Otra de las razones que pudieron inducir a creer en tan acelerado progreso, no sólo a los autores de la obra mencionada, sino en general a toda aquella generación de los años 60, era el desolador momento histórico en el que se veían involucrados. Efectivamente, cuando el presente es duro, se tiende a esperar un mañana mejor. En la época de la guerra de Vietnam, los magnicidios de los Kennedy y Luther King, el miedo al holocausto nuclear, la desbocada carrera armamentística, la guerra fría, el desaliento de un siglo que había sufrido dos guerras mundiales y que pocos años después parecía volver a encontrarse al borde del abismo con una guerra mundial encubierta -no hubo un enfrentamiento global, pero sí multitud de conflictos armados repartidos por 3 continentes- y un incipiente reconocimiento del desastre ecológico al que se dirigía el planeta, era, si no lógico, sí bonito, pensar que el futuro sería mejor y que algo debería ocurrir para que empezaran a mejorar las cosas. Quizá por ello, Stanley y Arthur se dieron un margen de algo más de treinta años para ver realizado su sueño.
También, cómo no, estaba el atractivo del número. Se hablaba mucho del año 2000 en aquella época, redondo dígito que parecía constituirse en la frontera entre dos épocas, entre el ajado novecento y el brillante porvenir, entre lo viejo y lo nuevo. Pero Clarke le añadió ese uno, esa gotita de sentido común matemático e histórico, porque como ya explicara en su día, el inicio del siglo XXI, no se produciría en 2000, sino en 2001, de la misma forma que el siglo I empezó con el año 1, ya que no existió nada que pudiera llamarse año cero.
Por lo tanto, entre la Inocencia de pensar que todos los avances tecnológicos tienen un movimiento contínuo y rectilíneo; la Esperanza de que el tiempo por venir curaría nuestras heridas con el bálsamo del progreso y el hallazgo de una fecha simbólica y significativa, se concibió una localización temporal para esa obra maestra del género fantacientífico. Probablemente, ellos ya sabían que se adelantaban mucho, pero los que vimos la película y leimos el libro en aquella época, recibimos un regalo estupendo, con el que hemos podido disfrutar durante años. Fue, como dice Dave Bowman en otro momento, algo maravilloso.
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Me quito el sombrero ante esta entrada, juann. Tus reflexiones son interesantísimas y el estilo ameno y muy fácil de leer. Y la redacción, impecable, of course.
ResponderEliminarUn saludito.
Gracias, Ángeles, por tu benigno comentario. Esto anima a seguir escribiendo.
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