En la encantadora cinta (y
posterior versión novelada por Asimov) “Viaje Alucinante” (Fantastic Voyage, 1966, Richard Fleischer), un equipo de aguerridos
científicos son reducidos a tamaño microscópico merced a una compleja máquina
miniaturizadora, para poder ser introducidos en el cuerpo moribundo de un
importante científico y operarlo desde dentro de un coágulo cerebral al que es
imposible acceder por medios convencionales. Esta obrita, que ya hemos
mencionado en otro artículo de este sitio, parece basarse en la proposición de
que, ya que la materia es, en su mayor parte, espacio vacío (espacio entre partículas),
podría comprimirse hasta condensarse en un volumen mucho menor. Dejando de lado
la imposibilidad física de esta fantasía, al menos en el estado actual de la
ciencia (la acción de la película se desarrolla en pleno siglo XX), la idea de
actuar quirúrgica o terapéuticamente en el cuerpo humano desde dentro no deja
de ser sumamente atractiva y la han tenido en mente multitutd de científicos y
visionarios, así como gente de a pie.
El médico (y cirujano) escocés
del siglo XVIII John Hunter consideraba que la cirugía era la manifestación de
un fracaso previo de la medicina. Sin entrar a discutir esta idea, sí habría
que admitir que la cirugía convencional expone las interioridades del cuerpo
humano a unas condiciones muy agresivas, las cuales, aun solucionando la causa
inmediata de la dolencia, pueden generar complicaciones ulteriores. Por tanto,
qué cirujano no habrá deseado disponer de un minúsculo sistema que pudiera
introducirse en el organismo, por ejemplo a través del torrente sanguíneo,
hasta llegar al órgano o tejido afectado y trabajar sobre él sin “derramamiento
de sangre”, sin cortes que luego precisarán sutura, sin traumatismos
colaterales, sin peligrosas exposiciones a microorganismos que medran en el
supuestamente aséptico ambiente de los quirófanos?
CMI (Cirugía mínimamente
invasiva)
Mucho se ha avanzado en este
sentido en los últimos treinta años, desde que se empezaron a utilizar técnicas
laparoscópicas. Gracias, precisamente, a la miniaturización (de instrumentos y
cámaras), actualmente se pueden realizar un gran número de intervenciones quirúrgicas
a través de pequeñas incisiones. El uso combinado de microcámaras dotadas de
iluminación –que envían las imágenes a un monitor- e instrumentos que son una
prolongación de las manos del cirujano, mejoran la efectividad de las
operaciones y minimizan sus secuelas, reduciendo los procesos postoperatorios.
Pero se sigue avanzando en el
campo de la CMI. Un
paso adelante es la cirugía robotizada o cirugía asistida por robots. En este
caso los instrumentos laparoscópicos ya
no son empuñados directamente por el cirujano, sino que se hallan conectados a
un ordenador y a una máquina con brazos mecánicos que los manejan con mayor
precisión.
En este proceso vemos como el cirujano
se va alejando de su paciente: en la cirugía abierta tradicional, aquel
introduce sus manos directamente en el cuerpo del sujeto a intervenir; con la
laparoscopia ya solo introduce sus “prolongaciones”; en la CMI robótica, se aleja aún más
y se sienta ante una consola informatizada. En este momento, el término “operador”
–posible sinónimo de “cirujano”- cobra su sentido más amplio.
Pero en un futuro no muy lejano, aún
deberá alejarse más. De hecho, no habrá de tener ningún contacto con el
paciente, ya que solo tendrá que monitorizar, desde su “torre de control”, la
acción de los nanorrobots.
La irrupción de la nanotecnología.
Ya en 1959, Richard Feynman, que
unos años más tarde ganaría el premio
Nobel de Física, abogó por la
posibilidad de construir cosas átomo a átomo. Posteriormente se descubrieron
los fullerenos, unas moléculas de
carbono, configuradas en formas geométricas regulares sumamente estables que
podrían suponer la unidad básica para construir objetos a nivel molecular. Los hay
cilíndricos (nanotubos) y esféricos (buckyesferas). El más habitual es el icosaedro
truncado, combinación de exágonos y pentágonos que semejan un balón de fútbol
clásico. Sin entrar en una descripción exhaustiva de la historia ni los
fundamentos de la nanotecnología, diremos, simplemente, que estas moléculas
pueden hacer las veces de ladrillos para realizar construcciones de máquinas
microscópicas que podrían tener un futuro uso en la ingeniería y otros ámbitos
de la tecnología.
Pero donde parece que tendrían un
papel importantísimo es en la medicina…
Como decíamos, se podrían
construir pequeñísimas máquinas de sólo unas cuantas moléculas de espesor, que
se introdujeran en el cuerpo e intervinieran cuando hiciera falta:
Imaginen un arteria obstruida por un trombocito. Imaginen que algo muy pequeño -más pequeño incluso que las células sanguíneas-, pero muy potente, es introducido en dicha arteria. Y no uno, sino cientos de estos dispositivos, y no ya teledirigidos, sino autónomos, pues en su programación (un nano chip que haría las veces de ADN) tienen impresa la inteligencia y la habilidad para realizar su tarea. Encontrarían el trombo y lo destruirían. Entre todos estos minúsculos dispositivos lo despedazarían o desintegrarían volviendo a facilitar el flujo sanguineo en la anteriormente obstruida arteria. El paciente no habría tenido que ser operado, no habría tenido que soportar largos tratamientos. Solo ingerir una gota de la suspensión en la que se encontrarían los nanobots.
Pero sería más fácil aún. No habría que esperar a que esa cuadrilla de demolición destruyera un enorme trombo obstructivo. Como medida de prevención, una policía de miles de nanobots patrullaría nuestro cuerpo evitando en sus inicios que cualquier dolencia de este tipo llegara a ser demasiado grande para causar problemas.
Imaginen un arteria obstruida por un trombocito. Imaginen que algo muy pequeño -más pequeño incluso que las células sanguíneas-, pero muy potente, es introducido en dicha arteria. Y no uno, sino cientos de estos dispositivos, y no ya teledirigidos, sino autónomos, pues en su programación (un nano chip que haría las veces de ADN) tienen impresa la inteligencia y la habilidad para realizar su tarea. Encontrarían el trombo y lo destruirían. Entre todos estos minúsculos dispositivos lo despedazarían o desintegrarían volviendo a facilitar el flujo sanguineo en la anteriormente obstruida arteria. El paciente no habría tenido que ser operado, no habría tenido que soportar largos tratamientos. Solo ingerir una gota de la suspensión en la que se encontrarían los nanobots.
Pero sería más fácil aún. No habría que esperar a que esa cuadrilla de demolición destruyera un enorme trombo obstructivo. Como medida de prevención, una policía de miles de nanobots patrullaría nuestro cuerpo evitando en sus inicios que cualquier dolencia de este tipo llegara a ser demasiado grande para causar problemas.
Los nanobots tendrían una
longitud de entre 0.5 y 3 micras, más pequeños que los glóbulos rojos de la
sangre, por lo que podrían navegar sin problemas hasta por los capilares más
finos y llegar a cualquier rincón del cuerpo humano.
Otra de las maravillosas aplicaciones de los nanoides es la que prevé hematíes artificiales. Unos glóbulos rojos mecánicos con una capacidad aumentada para transportar oxígeno. Se dice que en una persona sana estos eritrocitos posibilitarían realizar tareas sin tener que respirar durante por lo menos quince minutos. A un paciente con insuficiencia respiratoria le permitirían llevar una vida normal sin estar atado a la botella de oxígeno.
Otra de las maravillosas aplicaciones de los nanoides es la que prevé hematíes artificiales. Unos glóbulos rojos mecánicos con una capacidad aumentada para transportar oxígeno. Se dice que en una persona sana estos eritrocitos posibilitarían realizar tareas sin tener que respirar durante por lo menos quince minutos. A un paciente con insuficiencia respiratoria le permitirían llevar una vida normal sin estar atado a la botella de oxígeno.
Otras aplicaciones serán el
nanorrobot neuronal, que puede sustituir neuronas muertas – y mejorar su
rendimiento, además-, los microvíboros, que fagocitarían cualquier
microorganismo invasor (una especie de superhéroe de los leucocitos), los
robots inmunológicos y, en fin, un montón de aplicaciones que aún estarían por
inventar. Además, se les podría dotar con la capacidad de autorreplicarse, con
lo que enlazaríamos con la teoría de las máquinas Von Neumann, otro científico
de mediados del pasado siglo. Bueno, las ideas están ahí. Ya solo queda
ponerlas en práctica.
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¡Interesantísimo! No había oído hablar de nada de lo que viene después de los nanobots, y me ha encantado, especialmente los microvíboros, que además tienen un nombre estupendo.
ResponderEliminarEsta va a ser una buena solución para aquellos que como yo, tienen cierto desapego a las consultas de los médicos. Lo que me pregunto es que cuántos cirujanos se quedarán sin empleo. Bueno, les buscaremos trabajo en las "nanofábricas". Saluditos.
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