Los amores de un bibliómano
Eugene Field
Ed. Periférica
Traducción de Ángeles de los Santos
Por una vez y sin que sirva de
precedente (no sé para qué digo esto, porque seguro que sirve de precedente)
abandonaré mi acogedora y conocida galaxia de la literatura fantacientífica
para internarme en el sabio y a su vez complejo mundo de la literatura general,
no fantástica, seria, o como quiera llamarse. Y ocurre esto en ocasión de
comentar una obrita que recientemente llegó a mis manos y a mis ojos y cuya
lectura abordé ávidamente, ya que las referencias recibidas la hacían muy
atractiva.
Obra última y póstuma de Eugene
Field, incluso inacabada según parece,
ya que el proyecto original contaba con un capítulo más de los que al final
compusieron la edición definitiva, según se nos refiere en el sentido postfacio
escrito por el hermano del autor, este
“apologético monumento” a la bibliomanía, “dolencia” de la cual el propio Field
se confesaba paciente, nos refiere las nutridas reflexiones del narrador –
anónimo “alter ego” del autor – en las que aquel va repasando, no sin cierto
gracejo, una vida de amor por los libros.
Eugene Field, escritor
norteamericano, inédito en castellano hasta la publicación de la obra que nos
ocupa, nació en 1850 en San Luis, Missouri, ciudad en auge por aquel entonces
y llamada “La Puerta
del Oeste” por razones obvias. Acabó su corta vida de 45 años en Chicago,
Illinois.
Conocido y muy leído en su país
aún hoy por sus poemas y cuentos infantiles, también desarrolló una intensa
labor como columnista periodístico en la que dejó constancia de su perspicacia,
suave ironía y fino humor, rasgos muy reconocibles también en esa suerte de
inclasificable ensayo o novela al que dedicamos esta reseña.
Como decíamos, una especie de
alter ego del autor, aunque muy diferente en algunos aspectos, ya que este se
casó y fue padre de nada menos que ocho hijos, mientras que aquel permanecía
célibe, quizá por su falta de dedicación a conocer mujeres, prefiriendo la silenciosa
compañía de sus amados libros, nos cuenta como a lo largo de su vida una serie
de libros van marcando su existencia, llegando a provocarle el afán
coleccionista, la bibliomanía o bibliofilia. Memorable es el relato, durante
las primeras páginas, de su encuentro con un viejo ejemplar del “Manual de
Nueva Inglaterra”, especie de libro de texto del siglo XVIII, según oportuna
aclaración de la traductora, y que se convierte, según el propio encabezado del
capítulo, en su “primer amor”. Otros ejemplares van apareciendo y engrosando su
colección de amores, como el “Robinson Crusoe”, los “Cuentos” de los Hermanos
Grimm o el “Decamerón” de Bocaccio.
De forma quizá engañosa o ambigua,
el título de la obra y los primeros capítulos nos hacen quizá esperar un
desarrollo en el que coexisten y, tal vez, compiten, dos tipos de amor: el amor
a las mujeres, por un lado, y a los libros por otro. Aparecen, por tanto, en el
relato algunas féminas: Captivity Waite, Yseult Hardynge –alias Fiameta- o la
parisina Fanchonette. Pero la balanza se inclina del lado de los libros, ya que
estos aparecen con mucha mayor asiduidad en la experiencia de nuestro
protagonista.
Además, como él mismo confiesa: “Aquí
nuevamente vemos otra de las ventajas que el amor a los libros tiene sobre el
amor a las mujeres: si se es un genuino amante se puede y se debería amar
numerosos libros, y esta polibibliofilia no supone
menosprecio a ninguno de los libros. Pero los exponentes de nuestras leyes
civiles y morales nos dicen que aquel que ama a una mujer con exclusión de
todas las demás, hace así la mejor y mayor alabanza tanto de su propio sexo
como del de ella.”
Por supuesto, y al igual que esta
última, el texto está plagado de curiosas y amenas reflexiones sobre todo tipo
de circunstancias, al hilo de los comentarios que los libros, verdaderos
protagonistas del discurso, suscitan. Como muestra, transcribimos el siguiente:
“Hace tiempo, al juez se le
ocurrió elaborar una lista de calvos famosos de la historia, y esta lista ha
ido creciendo hasta incluir miles de nombres, representativos de todas las
profesiones y vocaciones: Homero, Sócrates, Confucio, Aristóteles, Platón,
Cicerón,…Julio César, …Shakespeare,…Todos estos genios eran calvos. Pero el más
calvo de todos era el filósofo Hobbes…era muy calvo; sin embargo, cuando
estudiaba bajo techo, siempre permanecía con la cabeza descubierta; aseguraba
que nunca tuvo frío, que el mayor problema era evitar que las moscas se le
posaran en la calva”.
Otro memorable pasaje al que me
gustaría hacer referencia es el que versa sobre la discusión entre el
protagonista y su librero, en el que este esgrime el “viejo y trillado
argumento…(de) que en cada traducción, independientemente de lo buena que pueda
ser, es seguro que se pierde algo del sabor y del espíritu del significado”. Y
no puedo por más que estar completamente de acuerdo con la explosiva respuesta
de nuestro protagonista: “¡Paparruchas!...¿Cree que esos traductores que han dedicado sus vidas al
estudio y la práctica de este arte no son capaces de interpretar las diferentes
sombras y colores de las palabras mejor que un mero aficionado a las lenguas
extranjeras?”
Y, añado yo, precisamente gracias
a la magnífica traducción de nuestra querida y admirada Ángeles, es como se nos
ha dado a conocer este autor y esta preciosa obra, en la cual no se pierde un ápice
del sabor original, del humor de un Field en los últimos momentos de su vida,
pero en plenitud de sus facultades, del espíritu del significado de la obra
original…, del clima de amable crítica y suave ironía, de las "buenas
vibraciones –como podríamos decir hoy –",
que transmite esta obra, cuyo tema va más allá del mero coleccionismo más o menos
compulsivo de libros, llegando, en mi opinión, a ser un alegato a favor del
conocimiento, del estudio, del respeto a la cultura y a las cosas que realmente
importan, algo muy necesario en este mundo actual trivializado por gigabytes de
información inútil y acosado por el menosprecio al sentido crítico y al pensamiento independiente.
Me alegra mucho comprobar que has disfrutado con la lectura de esta obra y que has captado a la perfección su sentido y su mensaje (no podía ser de otro modo).
ResponderEliminarMuchas gracias por esta entrada y por tus amables referencias a la traducción.
Y gracias a tí por comentar. Esta respuesta es un poco tardía, pero como puedes comprobar por las entradas tengo al blog un poco abandonado y polvoriento. Espero q vengan tiempos mejores para el pobre...
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