Durante los días siguientes, Rope no paró de realizar
pruebas, muchas de ellas con resultados positivos, sorprendentes o inesperados.
Cambiando la secuencia de las ondas, los parámetros, la potencia…Modificando el
ángulo de reflexión; cambiando la ubicación de los objetos a duplicar… Consiguió
sistematizar y definir un modelo matemático de las posiciones relativas de los
objetos y los ángulos de disparo de la máquina de manera que pudo duplicar casi
cualquier cosa que entrara en su laboratorio.
Por supuesto, ya
no solo duplicaba dinero. Había abandonado esta fase del experimento cuando
consiguió duplicar un sobre con cien mil euros en billetes de 500. Llegado el
caso, le sería difícil justificar como pudo reunir tantos billetes morados en
tan poco tiempo… Después se dedicó a otros objetos pequeños como bolígrafos, móviles,
relojes, etc. También tenía muestras de varios metales y ahora “Tiger”, su
gatito romano, tenía un hermano gemelo. Bueno, en realidad, un clon.
Rope ya estaba
completamente convencido de que todos los objetos duplicados procedían de
alguna parte, no podían haberse creado de la nada, pero esto presuponía un
hecho sorprendente e, incluso, inquietante: Debía existir –“ahí al lado”, como
a él le gustaba decir – una realidad coexistente que debía ser igual, aunque
complementaria, o si se quiere opuesta, a la que nosotros habitamos. Dándole
vueltas no encontró otra explicación que la del “Universo espejo de antimateria”.
En nuestro
Universo existe un pequeño porcentaje de antimateria, no sabemos aún si
residual o constante. Pero todo a nuestro alrededor está hecho de materia. Según
se cree, al principio de los tiempos, tras el Big Bang, las cantidades de
materia y antimateria estaban equilibradas, pero, por algún proceso desconocido,
la antimateria, en nuestro caso, fue siendo “aniquilada”, hasta que predominó
la materia. Sin embargo, todas las teorías insisten en que cuando materia y
antimateria entran en contacto se destruyen mutuamente, transformándose en
energía. Deberían por tanto, haber desaparecido ambas, no solo la antimateria. ¿O
quizá toda la materia que vemos es ese infinitesimal porcentaje en el que esta
superaba a su némesis?
A Rope nunca le
había convencido ninguna de estas explicaciones. De hecho, a veces pensó que
debía haber, en algún lugar de nuestro Universo una especie de sumidero para la
antimateria, por donde esta escapaba. Y ¿adónde iba? La respuesta era obvia: al
Universo complementario. En la historia del Universo complementario
probablemente habían acontecido los mismos hechos que en el nuestro, llegando
en nuestros días a existir un tal doctor Rope, que contaba con un equipado
laboratorio y un gatito llamado Tiger, todo ello hecho de antimateria. Sin
embargo el señor AntiRope, ahora que lo pensaba, debía estar gestando un
soberbio cabreo desde que, hace unos días, empezaron a desaparecer cosas –entre
ellas grandes cantidades de dinero y un gatito- de su antilaboratorio.
Rope se
maravillaba del hecho de que todo aquello que se le ocurría duplicar, una vez
había perfeccionado su sistema, tenía su imagen “al otro lado” y forzó la
situación con algunos objetos absurdos que no tendrían que estar en el
laboratorio bajo ningún concepto. Expectante, esperaba que la duplicación
fallara con alguno de ellos, simplemente, porque dicho objeto no existiera al
otro lado. Pero siempre, con clónica tenacidad, el objeto deseado aparecía.
Rope temía estar provocando una situación peligrosa o, cuando menos extraña, y
no sabía a dónde le iba a conducir su “juego”. Deseaba poder comunicarse con la
gente del otro lado, pero no se le ocurría como. Sin embargo, su mente ya
estaba trabajando en ello, aunque a un nivel insconsciente. Quizá pronto hallaría
una respuesta.
Pero ahora, otro
asunto llamaba su atención ¿Podría duplicar cosas de fuera de su laboratorio?
Ello tenía unas implicaciones técnicas que no quería ni imaginar, empezando por
desplazar todos los elementos de su máquina y volver a montarlos en el
exterior. ¿Un año de trabajo, otra vez? ¿Y a la vista de todo el mundo? Quizá
estaba llegando a un punto en el que necesitaría ayuda. Pero no se atrevía a
contarle a nadie su experimento. Él había supuesto la existencia en nuestro
Universo de un conducto de salida para la antimateria. Ahora él mismo había creado algo mejor: un camino para que la
antimateria regresara, pero convertida en materia convencional…
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