lunes, 20 de enero de 2014

Intro XXXI


   

   El viaje en el ascensor duró poco más de cinco minutos. Debimos bajar a una velocidad vertiginosa. Calculé que la estación espacial, aun encontrándose, como es habitual, en una órbita baja, debía distar al menos doscientos cincuenta o trescientos kilómetros de la superficie del planeta. Me mareé un poco al pensar que nuestra velocidad podía ser de más de tres mil km/h; pero claro, con la tecnología de esta gente, repleta de trucos para engañar a la física convencional, no se experimentaba ninguna sensación extraordinaria. Lo que eché de menos fue poder contemplar la panorámica durante nuestro acercamiento al planeta, ya que a nuestro alrededor solo era visible una especie de arcoiris que pulsaba con una frenética intermitencia.

  De pronto pensé que a esa endiablada velocidad no podríamos acercarnos a la superficie, pues moriríamos estampados contra el duro suelo, o aplastados por la fuerza de la eventual frenada. O sea, que, o bien aquello empezaba ya a perder velocidad poco a poco para depositarnos suavemente en el planeta, o habría que empezar a preocuparse.

   Un desagradable escalofrío me recorrió la espalda. Intenté poner a X al corriente de mis preocupaciones pero me fue imposible hablar coherentemente. De mi garganta solo emergieron unos patéticos gañidos inarticulados. X se percató de mis esfuerzos y con un gesto, me indicó que no me esforzara pues tampoco podría oirme. Claro, de hecho, nos desplazábamos mucho más rápido que las ondas sonoras y estas quedaban atrás antes de poder propagarse en aquel espacio. Aunque ello indicaba que, de alguna manera, nos encontrábamos al aire libre, pues en una atmósfera hermética -que viajara con nosotros- no se hubiera producido ese fenómeno.

  Todos mis miedos se disiparon al llegar abajo, pues, cuando aterrizamos, no se notó nada extraordinario, solo una leve sacudida del aparato. Entonces, más tranquilo, le pregunte a X como era posible esa llegada tan suave después de caer a tanta velocidad...

  -Ah, bueno, hemos colaborado en aportar un poquito de energía a este mundo.La energía potencial, tanto nuestra como del aparato ha pasado a convertirse en energía cinética cuando bajábamos, y esta, a su vez, en calor, cuando hemos frenado. Una especie de conversor, cuyo funcionamiento seguramente no comprenderías, pues pertenece a la avanzada tecnología de esta gente, absorbe el calor generado por la fricción de la frenada y lo vuelve a transformar en energía que se acumula para utilizarla cuando el ascensor vuelva a subir. No es el movimiento continuo, desde luego, pero solo con aportar pequeñas cantidades de energía adicionales, el sistema se mantiene en movimiento a un coste bastante económico en términos energéticos.


  Una vez en la seguridad del suelo, aunque un poco tambaleante, recuperé mi aplomo. Miré hacia arriba y pude ver como las vigas o columnas que rodeaban el espacio del supuesto habitáculo del ascensor, se elevaban hacia las alturas curvándose airosamente a una altura indeterminada, hasta formar una especie de cúpula en cuyo centro la luz del día delataba la abertura por donde ingresaba el fenomenal cacharro que nos  había traído hasta aquí.

  Comenzamos a caminar por aquel enorme espacio de pulidos suelos por el que transitaban multitud de personas y variopintas máquinas. Pequeños vehículos de ruedas, voladores y reptantes se movían por entre la multitud que se desplazaba a pie, sin que en ningún momento se temiera por atropellos o colisiones, como si cada paso, cada movimiento, estuviera programado de antemano para optimizar los desplazamientos. Algunas personas iban dotadas de aparatos individuales que les permitían volar a cierta altura y otros se desplazaban con grandes brincos a imitación de los saltamontes. Pensé que nos encontrábamos en la calle y miré arriba buscando el cielo, pero, por lo visto aún nos encontrábamos en un espacio cubierto, especie de estación central de los ascensores que realizaban el servicio a la órbita del planeta. Supuse que, además de la estación aduanera que nos había recibido, habría otros muchos tipos de plataformas espaciales, probablemente tanto lugares de trabajo como de ocio. Dejé vagar mi mente y me imaginé la publicidad: "Hoteles en órbita. Tómese una vacaciones de la gravedad".

  Como siempre, X parecía estar al tanto de mis pensamientos y me dirigió la palabra por primera vez desde que arribamos a la superficie del planeta.

  -Como puedes ver, esta es una de los cientos de estaciones de ascensores orbitales que jalonan el planeta. Habrás observado que la "cabina" que hemos utilizado no es más que una de las muchas que se encuentran en este lugar. 

  Imaginé cada ascensor como un tirante cable que  unía a la estación con la superficie. Pero este hilo no estaba aislado, era uno más de entre todos  los que formaban un verdadero haz o manojo de cables. Estos manojos partían de multitud de lugares a lo largo del ecuador (y algunas otras localizaciones) del planeta creando una verdadera red de transporte entre este mundo y su órbita. X continuó su explicación:

  - Para completar la cobertura de este sistema de transporte, hay una serie de puentes entre las diversas estaciones orbitales que rodean este mundo, de manera que, subiendo desde cualquier ascensor puedes luego alcanzar la estación elegida.¿Te recuerda algo todo esto?

  - Por supuesto, parece el embrión de un veradero ringworld, el legendario mundo anillo.

  - Efectivamente. Como ya te dije, hay míticas civilizaciones antiguas -probablemente extintas- que, abocadas a permanecer en su mundo pues no alcanzaron la posibilidad de viajar más allá de cierto punto y conocer otras civilizaciones, centraron sus esfuerzos en la ingenieria transformativa aplicada a su propio planeta. Aunque todavía no han sido descubiertas, ni en esta ni en otras galaxias cercanas,  supongo que es una cuestión de tiempo el hacerlo, puesto que los matemáticos de la sociohistoria han determinado de forma teórica que estas creaciones deben existir.

  Pero este caso es distinto -prosiguió X-. Aquí se está creando un anillo como consecuencia lógica del desarrollo de la tecnología. De todas formas, como ya sabes, nunca llegará a terminarse.

  Pensé por un momento en el trágico final que esperaba a este mundo y que había vislumbrado en mi anterior visita al planeta. Esto hizo que acudieran a mi cabeza varios interrogantes, como por ejemplo, si la gente con la que nos cruzábamos en aquel momento era consciente de dicha hecatombe, que se encontraba agazapada en algún punto del futuro. Iba a preguntarle a X sobre el particular, pero otras cosas llamaban más mi atención en aquel instante: quería salir a la calle y comtemplar aquella prodigiosa ciudad de aquel portentoso mundo con sus para mí inimaginables logros...

  -Lo siento, pero no tenemos tiempo para hacer turismo. Ya vendrás tú en otra ocasión, por tu cuenta y riesgo. Ahora vamos a por el dispositivo que necesitas.

  X, con estas palabras, cortó en seco mis recién adquiridas pretensiones de turista espacial. Resignado, observé como se dirigía hacia uno de los pasillos que radialmente arrancaban de aquel gran espacio en el que nos encontrábamos.

  Eché a andar tras él y de pronto, con un extraordinario fogonazo que me cegó momentáneamente, todo lo  que nos rodeaba desapareció y nos encontramos de nuevo en el páramo en el que aparecimos la primera vez que visitamos Daroon. Niebla, rocas, pequeños guijarros, un extensa llanura jalonada de desniveles y grietas. Silencio. Soledad.

  -¡Eh!, ¿qué broma es esta? -proferí sin dirigirme a nadie en particular.

  Me acerqué a X, que, ensimismado, intentaba hallar una explicación:

  -No se exactamente qué ha ocurrido, pero debe ser algo relacionado con nuestra inserción en el continuo espacio temporal. Creí que dispondríamos de algo más de tiempo. He debido cometer algún error de cálculo o quizá hayamos sufrido alguna interferencia...

  Una fuerte sensación de deja vu me asaltó. La impresión de que algo se estropea o bloquea en el momento más interesante, como el ataque de...Eso es: el ataque de un virus que bloquea el ordenador en un momento crucial del trabajo o programa que se está ejecutando.

  ¿Habría virus o sus equivalentes en el continuo espacio temporal, interferencias gravitatorias de agujeros negros que plegaran el espacio en forma no deseada? Pensé que incluso esta avanzadísima tecnología que estaba comenzando a vislumbrar también estaba sujeta a fallos o debilidades de seguridad.

  X, pensativo, no levantaba cabeza. Y yo haciendo estas cábalas y preguntas cuando, súbitamente, el suelo comenzó a temblar bajo mis pies...

continuará


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2 comentarios:

  1. Lo que me temía: este pobre no gana para sustos, y ahora, encima, resulta que en esos mundos estratosféricos y megadesarrollados también hay viruses y cosas malas... Si es que no hay escapatoria...

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  2. Bueno, es por darle un poco de acción e intriga a la cosa. Lo que empezó como un relatillo de poca monta medio en serio medio en broma está dando de sí más de lo que yo mismo esperaba, pero como me está gustando la historia, pues sigo y sigo...Graaaacias por tu amabilidad "comentativa".

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