"La materia no se crea ni se
destruye. Solo se transforma...”
"La materia no se
crea..."
David Rope despertó de un inquieto sueño, bañado en sudor. Se incorporó
a medias en la cama y miró la hora en el reloj luminoso que se hallaba sobre la
mesita de noche. Las cuatro de la mañana. Comprendió que no iba a poder dormir
más. Renuente, pero resignado, se levantó y se dirigió a la cocina del
apartamento para preparar café.
Mientras se hallaba sumido aún en
ese estado de ofuscación que precede a la verdadera vigilia diurna, los últimos
retazos de lo que había soñado volvieron a su mente. El enunciado de
Lomonosov-Lavoisier martilleaba de nuevo en su cabeza. Y esto le hizo pensar…
La noche anterior, antes de irse a dormir y después de estar un rato
cavilando sobre el misterioso asunto de la moneda duplicada, se dedicó a
revisar las ecuaciones incluídas en el programa que había creado para diseñar
sus hipotéticas "ondas inteligentes", que aún se hallaban en fase de experimentación.
Había hallado algo que le sorprendió sobremanera ya que no recordaba con
exactitud haber escrito esa parte del programa. Pero en una ecuación tan larga,
eso no era extraño, ya que muchas veces los desarrollos matemáticos te llevan
por caminos y vericuetos que más tarde son difíciles de recordar en su
totalidad. Y esto estaba relacionado con el hecho de que en la propia simulación,
cuando se aumentaba la potencia de las ondas de manera deliberada, estas desaparecían, como había
podido comprobar la noche anterior, hecho que nunca antes se había evidenciado.
Por un momento Rope sopesó la posibilidad de que alguien estuviera
trasteando en su laboratorio y en sus experimentos, pero luego concluyó que
esto era prácticamente imposible. Además, Rope no era muy dado a creer en paranoias
conspirativas.
Por tanto, debía haber otra explicación. Intentando poner orden en su
mente mientras bebía pausadamente el café que se había preparado, estuvo
meditando y llegó a las siguientes
conclusiones:
1. Su experimento le estaba
llevando más allá de los resultados que había esperado encontrar.
2. Podría haberse creado una
copia de la moneda a partir de materia existente en el ámbito de su laboratorio
por algún proceso inexplicable, pero esta hipótesis le parecía sumamente
improbable. De alguna manera, sus ondas atravesaban la previsible barrera que
separa realidades coexistentes -acuñó este término de manera provisional para
dar nombre a ese nuevo concepto que era consecuencia necesaria de la conclusión
anterior, ya que el término “universo paralelo” le parecía demasiado fuerte.
Casi tanto como el café que se estaba tomando-.
3. Si es cierto que la materia no
se crea, el resultado final es que había robado
la cantidad de 1 € de algún lugar desconocido.
4. Se abría la posibilidad de
duplicar (robando la pareja correspondiente) otros muchos objetos. (Por cierto,
¿solo objetos?)
5. Hoy no iría al trabajo y,
probablemente, tampoco en los días siguientes.
Una vez totalmente despierto y preparado, se dirigió a la máquina que
presidía el espacio central de su bien equipado laboratorio. Aquel rompecabezas
de metal, plástico, circuitos, tubos y cables le había costado más de un año de
trabajo en sus ratos libres, pero ya se hallaba operativo. Consistía
básicamente en un emisor multifuncional de ondas que se diseñaban desde el
terminal de la consola de control. A unos metros de distancia se hallaba una
pequeña esfera de titanio suspendida de un soporte que sobresalía de la pared,
y que ejercía de objetivo o “blanco” hacia el que se disparaban las ondas. El
potente software que dirigía la máquina simulaba tanto las condiciones del
medio que debía atravesar la onda (aunque en la realidad eran esos pocos metros
del viciado aire del laboratorio de Rope) como los de las propias ondas, y era
capaz de extrapolar esos resultados a la escala necesaria, como por ejemplo el
millón de kilómetros de grosor de la corona solar.
Rope se detuvo ante la máquina y, pensativo, intentó reconstruir lo que
habría pasado el día anterior, a la luz de sus nuevas especulaciones:
Había disparado solo una vez la máquina para probar el diseño de ondas.
Estas habían sido dirigidas hacia el blanco de titanio y el monitor del
ordenador le había confirmado una gráfica correcta de la emisión con los
parámetros deseados.
La mesita con el portamonedas se hallaba a sus espaldas en el otro
extremo de la habitación. Y la copia de la moneda había aparecido en uno de los
bancos de trabajo situados junto a la
consola del ordenador. Estudió la posible trayectoria de la onda, que,
supuestamente, habría rebotado por la habitación, y decidió repetir el experimento,
intentando reproducir las mismas
condiciones que en el intento original.
Buscó en la base de datos las especificaciones de la onda generada la
vez anterior y envió los datos a la máquina. Fue hacia la mesita y comprobó que
el portamonedas se hallaba en el mismo lugar, con las monedas en su interior.
Pero de pronto pensó ¿Y si…? Tomó de su cartera un billete de 50 € bastante
nuevo y le dobló una de las esquinas. Después lo introdujo en el portamonedas y
volvió a dejar este en su posición. Después, mientras volvía a la consola se
sintió un poco estúpido por hacer todo esto. También supo que cabían multitud
de variables como, por ejemplo, que el experimento solo funcionara con objetos
metálicos. Y que quizá tendría que realizar un montón de pruebas antes de
llegar a una conclusión…Pero, en fín, en eso consistía, básicamente, su
trabajo.
Realizó las últimas comprobaciones y cuando creyó que todo estaba
preparado, hizo clic sobre el botón virtual que aparecía en pantalla con la
leyenda “shoot”.
Según el monitor, la onda fue disparada y regresó a su origen con los
datos requeridos y en el tiempo esperado. Desde el punto de vista de su trabajo
original para el programa HELIOSNAKE, se podía decir que la prueba había sido
un éxito. Pero Rope ahora buscaba otra cosa. De hecho, buscaba un billete sobre
la pulida superficie de su banco de trabajo. Pero allí no había nada. Pensó
insistentemente en qué podía faltar en el experimento. ¡Ah, claro! El aumento
exponencial de energía. Pero la vez anterior tampoco realizó este paso. ¿Cómo
ocurrió dicho aumento?
Un poco decepcionado, decidió darse un respiro y salir a dar un paseo.
Necesitaba despejarse un poco y quitarse el persistente dolor que, de manera
insidiosa, se le había instalado en la cabeza.
Los jardines que rodeaban la urbanización donde vivía Rope eran un buen
lugar para el paseo y la meditación. Después de media hora vagando por
aquellos, decidió volver a sus tareas. De pronto se le ocurrió que quizá el
aumento de potencia de la máquina había ocurrido de manera fortuita, ya que él
no lo había programado así. O quizá se debía a un fallo de programación.
Aceleró el paso y, en pocos minutos, se encontraba de nuevo en su laboratorio.
La máquina estaba de nuevo activada y en la pantalla del ordenador una ventana
emergente le avisaba de un error. El día anterior no hizo caso de dicho aviso,
pero ahora todo tenía sentido: Una parte autoejecutable del programa seguía
enviando impulsos a la máquina. Cuando se levantó para apagarla, lo vió. Un flamante,
terso y satinado billete de 50 € reposaba sobre el banco de trabajo. Tenía una
de sus esquinas cuidadosamente doblada hacia atrás.
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