Como tantos otros
descubrimientos en la historia de la ciencia, este que vamos a describir se
desencadenó por una simple casualidad.
Una mañana de septiembre
del pasado año, David Rope encontró una moneda sobre uno de los bancos de
trabajo de su laboratorio particular. A primera vista esto no parecía tener
nada de extraordinario. Pero, por otro lado, esa moneda no tenía por qué estar
allí. Nadie más que él entraba en su laboratorio y normalmente dejaba sus
efectos personales sobre una mesita a la entrada del mismo. Tomó entre sus
dedos la moneda y la observó pensativo.Era una moneda corriente, de un euro,
con una pequeña muesca en su canto, que se hacía evidente al pasar la yema del
dedo sobre el mismo. Esto le llamó la atención. El día anterior había tenido
entre sus dedos una moneda con el mismo defecto, pero estaba seguro de haberla
depositado en su portamonedas de
bolsillo. Se acercó a la mesita de la entrada y, abriendo el portamonedas,
extrajo todas las monedas de un euro que había en su interior, dejándolas sobre
la mesa. Había tres en total. Desechó las dos más nuevas y brillantes y centró
su atención en la tercera, desgastada y, como había sospechado, con una notable
muesca en su canto...exactamente igual que la que había aparecido sobre el
banco de trabajo. Una idea empezó a formarse en su mente: por increíble que
pareciera, las dos monedas eran exactamente iguales, es decir, una era copia de
la otra.
Para asegurarse,
observó las monedas con la lupa binocular. Rope quedó asombrado, cuando, al
observarlas, pudo ver que todas las peculiaridades que hacen único a cada
objeto, se repetían obstinadamente en ambas monedas: manchas, arañazos, zonas
desgastadas...De alguna manera, alguien, quizá él mismo sin saberlo, había
conseguido realizar una copia exacta de la moneda original.
El hecho de que
apareciera en su laboratorio y no en cualquier otro lugar, le llevó a pensar
que tal acontecimiento podría estar relacionado con los trabajos y experimentos
que se encontraba realizando actualmente. ¿Pero que relación podía haber entre
la modulación de ondas de neutrinos y la duplicación de objetos?
El departamento de
la Universidad
le había encargado un estudio sobre la viabilidad de utilizar flujos de neutrinos
para las comunicaciones en entornos densos, ya que en las últimas misiones del
programa HELIOSNAKE, en el que colaboraba su Universidad, y que consistía en
una sonda con la misión de estudiar el Sol internándose en las capas superiores
de la corona solar y enviando haces concentrados de partículas hacía su
superficie, gran parte de la información se perdía debido a la dispersión de
los haces en el retorno por la interferencia de la radiación de la propia
corona solar. La hipótesis de algunos de los responsables del programa era que
si se conseguía un haz superconcentrado de partículas pequeñas, quizá se podría
mitigar ese efecto de dispersión.
Así, en los
últimos meses, había trabajado con su equipo de la Universidad en los
mencionados haces supercoherentes, pero, en casa, en el sancta santórum de su laboratorio privado, estaba probando otra
línea de investigación que, por lo audaz de su concepto, no se atrevería a
revelar a sus colegas hasta obtener algún resultado práctico: se trataba de
programar ondas inteligentes que esquivaran por sí solas las interferencias de
los medios muy saturados de radiación, cambiando alternativamente de frecuencia
para mantener la coherencia del flujo de partículas. Este concepto tan atrevido
podía desatar una polémica del mismo calibre que la que, en el pasado, enfrentó
a los defensores de la naturaleza corpuscular de la luz con los que postulaban
la hipótesis ondulatoria, hasta que la teoría cuántica pudo conciliar ambas
tendencias.
Aún pensativo, se
sentó ante el ordenador y tecleó:
Autoprogramación de Haces de
Partículas
Entró en el
programa y pidió una simulación del comportamiento de las ondas de radio
normales comparándolo con el de las ondas autoprogramadas, que poseían
partículas. Todo estaba normal, como él esperaba. Unas ondas que,
probablemente, servirían a sus objetivos.
Después modificó los parámetros de la simulación,
aumentando la frecuencia de las ondas. A partir de ciertas frecuencias, las
ondas se colapsaban y desaparecían…para
volver a aparecer con un patrón diferente.
Rope había quedado
perplejo, pero sospechaba cual podía ser la explicación. Todas aquellas
historias de universos paralelos que había leído – y disfrutado- en su juventud
y que, luego, la madurez y la dedicación a un trabajo serio le habían obligado a olvidar, se presentaron en su mente
irrumpiendo con fuerza, haciéndole sentir que, en realidad, nunca había dejado
de creer en la posibilidad de su existencia real. Historias en las que, de pronto, curiosos objetos aparecían de la nada, procedentes de "otra dimensión".
¿Era posible que las
ondas con las que estaba experimentando, dotadas de partículas en las cuales se
había escrito un nanosoftware que las
defendería de cualquier interferencia que las hiciera sucumbir, no contentas
con superar las adversidades de este Universo, se internaban en un Universo
Paralelo que, posiblemente, estaba aquí al lado, como quien dice, y cuando volvían a ingresar en el nuestro, se
traían algo de aquel? Pero ¿cómo unas simples ondas podían hacer esto? Había jugueteado con la idea de "ondas inteligentes", pero esto iba mucho más allá de lo que él había pretendido. Miró de nuevo a las monedas gemelas, que aún se hallaban
junto a la lupa. Ahora ya no sabía cual era la original y cual la copia pero, a
un tiempo solemne y escéptico pensó: “…así que una de vosotras procede de otro
Universo…”
Bien, pero todo
esto no era más que teoría. Solo tenía sus ideas y un par de monedas gemelas.
Con eso no podría demostrar nada. Había que ponerse a trabajar…
¡Por todos lo neutrinos, qué interesante!
ResponderEliminarPues me alegro de que te lo parezca. A ver en qué queda todo esto...
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