domingo, 15 de septiembre de 2013

Comentarios. Los hijos de nuestros hijos, de Clifford D. Simak

Los hijos de nuestros hijos ("Our children's children", 1974)
Portada de la edición de Martínez Roca (colección Super Ficción). Foto: Juan M Santos

  Como a menudo ocurre en la ciencia ficción, el inicio de esta historia es un hecho sorprendente o impactante que no se explica demasiado y se deja caer para sorprender al lector. Bentley Price, que se hallaba en su jardín, tranquilamente sentado, dormitando en una butaca, tras la ingesta de un número indetermindo de cervezas- es decir, el ideal de un buen fin de semana para cualquiera de esos solitarios cascarrabias-, contempla como, de pronto, en medio del jardín -que en realidad no era suyo, pues se hallaba en la propiedad de un conocido que le había cedido la casa para unos días de descanso- aparece de buenas a primeras una especie de puerta, que se abre de la nada y por la que empieza a salir una enorme cantidad de personas, curiosamente ataviadas, que, con la decisión de quien sabe a donde se dirige, comienzan a "invadir" la propiedad. Luego averiguamos que este hecho no es único, sino que se repite en diversos lugares del país y del resto del mundo. Poco a poco se va desarrollando la trama y comprendemos que esas puertas son como túneles del tiempo por los cuales los habitantes del año 2498 huyen de su época arribando a los años setenta del siglo XX -es decir, a la actualidad de cuando fue escrita la novela-. Pero, ¿por qué lo hacen?
  Debe ser un peligro fenomenal y mortífero el que obliga a estas gentes del futuro a abandonarlo todo y aventurarse en un tiempo desconocido y primitivo. Así es: huyen de una sanguinaria raza de alienígenas invasores a los que no pueden mantener a raya por más tiempo después de 20 años de lucha encarnizada.
Esta novela, escrita en un estilo directo y sin demasiados adornos, peca a veces de prolija en la descripción de las reuniones y conversaciones de los políticos (un atribulado Presidente de los Estados Unidos y su gabinete de secretarios de estado y asesores) que no saben como afrontar esta inimaginable situación. Pero tiene el mérito, que al principio pasa desapercibido debido al ágil y aparentemente desapasionado ritmo narrativo, de que aglutina en pocas páginas un acopio de algunos de los grandes temas de la Ciencia Ficción:
  Los viajes en el tiempo. No queda muy explicado, aunque se da por hecho que es gracias a la avanzada tecnología de su época, cómo se consiguen abrir (no cerrar: esto solo se consigue mediante cañonazos (sic)) los túneles del tiempo: unas puertas de borrosos bordes dentados por los que simplemente caminando se pasa de una época a otra. Un detalle interesante en este sentido es la comparación que se hace entre las épocas de origen y destino (la nuestra) de los viajeros temporales. Dado que existe un lapso de casi quinientos años entre nuestro presente y la época (hogar temporal) de los advenedizos visitantes, el portavoz de estos compara -como para que nos hagamos una idea- dicha diferencia con la que "percibiríamos" los moradores del presente en un hipotético viaje a los tiempos de Cristobal Colón. De esta forma, precisa y arrolladora, nos equipara a aquellos constructores de barcos de madera, desconocedores aún de las verdaderas dimensiones de su propio  mundo, en contraposición a una época en que los adelantos tecnológicos como el avión, la energía nuclear y los electrodomésticos son algo de uso cotidiano. ¿Qué maravillas tecnológicas disfrutarían entonces estos visitantes del futuro?
  Alienígenas. Cuando Gale, el representante de los "futuros", se entrevista con el Presidente americano, explica que se han visto obligados a este éxodo por causa de una verdadera invasión extraterrestre. Sin embargo, en este caso no se trata de una invasión al estilo de las clásicas "guerras de los mundos". Unos seres extraordinarios, de instinto cazador, con aterradoras garras y colmillos y poseedores de una rapidez asombrosa, diezman a la población terrestre por medio de incursiones mortíferas, pero sin ánimo de exterminio, convirtiendo así a la Tierra del futuro en su particular coto de caza. Aunque en la novela se describe a estos seres como una especie de dragones, se me ocurre que estos alienígenas reunen  dos arquetipos más tarde profusamente desarrollados por el cine: Alien (una bestia sanguinaria) y Predator (un cazador tenaz que, por momentos, desdeña su avanzada tecnología para darse el gusto de matar con sus propias manos). Pues en manos de estos indeseables enemigos nos encontraremos en nuestro peculiar devenir por el cosmos y su tiempo. Ahí es nada.
  En cualquier caso es patéticamente irónica la exposición que Simak, a través de su personaje Gale hace de las "esperanzas" de encontrar razas tecnológicamente superiores y, por ello, supuestamente benignas, dando por sentado que pueden existir excepciones y que, precisamente, a la Humanidad de dentro de quinientos años le va a tocar la china de una de estas: "...A este respecto supongo que la opinión predominante, aunque no unánime, indicará que cuando una raza haya progresado hasta ser capaz de realizar viajes interestelares, también debe haber alcanzado un desarrollo social y ético superior, por lo que no sería una especie agresiva. Aunque esto pudiera ser cierto, hay que admitir la posibilidad de excepciones. Pues bien: nosotros, en nuestra época, hemos sido víctimas de una de esas excepciones."

Clifford D. Simak posa con uno de sus premios Hugo
  También me resulta grata la explicación de por qué no se han producido anteriores encuentros justificándolo en la vastedad del espacio y en lo estadísticamente improbable de una visita a los arrabales galácticos donde nuestro sistema solar tiene su sede. Una explicación muy en boga en la época en que fue escrita esta novela.
  Catástrofes y Superpoblación. Muchas veces la SF ha tanteado el tema de un mundo superpoblado y al borde del caos o la ruina por falta de recursos para mantener una desorbitada expansión demográfica. Este también era un tema muy popular en los años setenta del pasado siglo, ya que fue en aquella época en la que se comenzaron a hacer predicciones sobre el derrotero futuro de la población mundial a juzgar por el ritmo de crecimiento experimentado en aquellos años. Pero Simak da una vuelta de tuerca a este argumento haciendo aumentar el número de habitantes del planeta en dos mil millones de la noche a la mañana debido al éxodo de los "futuros". Un problema en toda regla el que se presenta a los dirigentes de la época. Menos mal que, según informan los viajeros del tiempo, no tienen intención de quedarse, pues este no es más que un paso en el viaje que quieren culminar en una remota era prehistórica, donde no interfirieran con la evolución del homo sapiens. Hay una idea sencilla pero devastadora, que Simak expone con su habitual lógica desapasionada. Ellos son conscientes de que una raza como la humana puede existir durante un periodo aproximado de un millón de años, antes de extinguirse o abandonar la Tierra para colonizar otros mundos. Por ello, si se asientan en un pasado lo suficientemente lejano, no estorbarán al nacimiento de la raza humana. Eligen nuestra época para la  primera etapa de su viaje porque, suponen, podrá dotarles de las herramientas, semillas y materias primas  necesarias para iniciar una nueva sociedad y, lo que es más importante, dispone de una tecnología suficiente para construir los nuevos túneles hacia el pasado. Por cierto, para pagar todo esto se traen un maletín lleno de diamantes, que los mediadores del presente valoran, así por encima, en muchos millones de dólares...
  Sociedades del futuro. Pero hay otra razón para que el desembarco se efectúe en nuestra época. En el futuro de quinientos años adelante la sociedad se ha perfeccionado de tal manera que ya no existen las guerras ni los litigios. Por ello, prácticamente, han desaparecido también las armas. Cuando el primer monstruo emerge de uno de los túneles a los que accedió persiguiendo a los humanos, los soldados del presente apostados ante aquellos, lo fríen de un cañonazo.Los futuros vinieron, pues, a nuestra época, buscando el amparo de una sociedad guerrera cuyo arsenal armamentístico quizá podría frenar a los monstruos. Por cierto, lo de la sociedad casi perfecta del futuro es rigurosamente cierto: en uno de los pasajes del relato, en el que Gale y su hija son alojados en la Casa Blanca, aquella explica al jefe de prensa de la sede presidencial que esta ya no existía en su futuro. Ni tampoco ningún vestigio de la política y los políticos. ¡Qué ideal!

  Como conclusión y sin ánimo de destripar el relato, mencionaremos que algunos monstruos consiguen escapar y comienzan a proliferar en el presente, pero ante la presión de las armas y los ejércitos consiguen desarrollar una especial habilidad para escapar. No obstante, los "futuros" aconsejaron al presidente y sus asesores que en caso de verse finalmente acosados por los monstruos, como les ocurriera a ellos, siempre les quedaba la posibilidad de usar los nuevos túneles que iban a ser construidos para la segunda etapa del éxodo, y escapar también a otro punto del remoto pasado para comenzar de nuevo.
  Se dejan por tanto abiertas muchas puertas al final del relato: la posibilidad de muchas líneas temporales, una persecución a lo largo de la eras prehistóricas, un futuro convertido en un callejón sin salida, una sanguinaria raza que evoluciona por días desarrollando nuevas habilidades..., un futuro (¿o pasado?) éxodo de la raza humana para colonizar otros mundos. En fín, una novelita muy amena que se deja leer con comodidad y que, a un segundo nivel, nos puede hacer reflexionar sobre lo enorme del espacio y del tiempo y sobre el ingente número de probabilidades de que, en un futuro, ocurran cosas inesperadas...

2 comentarios:

  1. Curioso lo que comentas porque cuando leí la novela pensé lo mismo sobre los alienígenas que persiguen a la humanidad y su parecido a la película Depredador. Por otro lado la huída en el tiempo hacia la prehistoria es otro tema recurrente de la literatura de viajes en el tiempo con clásicos como La isla en el mar del tiempo, Huida hacia el Plioceno y Las naves del tiempo, secuela de la máquina del tiempo de H.G.Wells. ¿Quizás esta novela les inspiró? Me pregunto...
    Saludos

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    1. Es muy interesante encontrar nexos de unión entre obras distintas. Cuando leo ciencia ficción me gusta encontrar esos "grandes temas" que aparecen como factor común en muchas de las obras del género. Y en cuanto a tu pregunta sobre las influencias, pienso que, por supuesto, estas se dan, y cada autor hace nuevas aportaciones sobre cada tema, sobre cada idea...Muchas gracias, Predator, por tu comentario y tu visita. Espero que vuelvas por aquí.

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