domingo, 4 de agosto de 2013

Intro XXVII



    Cuando desperté, me llevé un sobresalto mayúsculo y creí que me precipitaba al vacío. Instintivamente, mis manos buscaron algo a lo que asirse pero, rápidamente, la lucidez vino en mi auxilio y comprendí que, evidentemente, no caía, que algo me sujetaba. Miré a mi alrededor y entendí la causa de mi primer sobresalto. Me hallaba tendido de bruces dentro de una especie de cubo de un material transparente, suspendido sobre la vasta cavidad central de aquella cueva a la que una serie de caprichosas circunstancias me habían llevado. El cubo parecía flotar ingrávido en las alturas, pues no se observaba ningún mecanismo que lo mantuviera en aquella posición. Me incorporé a medias y ví a X acuclillado junto a una de las aristas del cubo, de espaldas a mí.

  -Eh, ¿qué ha pasado, qué hacemos aquí?

  Sin volverse, me respondió:

  -Estamos detenidos, o arrestados, como decís vosotros. Has cometido lo que podríamos llamar una falta grave, una acción insultante para con nuestros soberbios anfitriones. Pero me parece lógico. No te puedes presentar en casa de alguien y liarte a mamporros.

  -Yo no me he liado a mamporros -interrumpí con vehemencia-, simplemente sentí miedo.

  -No. Sentiste asco. Ya sabías que no había motivo para el miedo, pues viste que a mí no me pasó nada. El problema es la repugnancia que te producen estos seres. Y ellos lo han notado. Y se han sentido insultados.

  - No puedo evitarlo. Son como arañas. Y en mi cultura, la fobia a las arañas es algo muy habitual -repuse a modo de defensa-.

  - Siempre tan provinciano y egocéntrico. ¿Crees que al Universo le importan vuestras estúpidas fobias culturales? Cuando uno se adentra en el Cosmos debe abandonar todas esas tonterías. Estas criaturas son más inteligentes y evolucionadas que tú y que yo. Por eso dependemos de ellos para ciertas tecnologías. La clave del progreso es la colaboración entre las distintas razas y especies, pues cada una ha hallado soluciones independientes para situaciones diferentes. Ya te he hablado en otras ocasiones de la enorme diversidad de seres que acoge la galaxia. Y tienes que aprender a convivir con todos ellos, independientemente de su aspecto físico...

  Después de esta perorata, volvió a sumirse en su anterior mutismo. Yo había esperado que siguiera hablando, pero no lo hizo. Tímidamente, inquirí:

  -¿Y como vamos a escapar de aquí...?

  - Pero, ¿qué estupidez estás diciendo? No vamos escapar...aunque, bien pensado, nada te retiene aquí. Mira -al decir esto, levantó su brazo y lo movió hacia adelante atravesando una de las paredes laterales del cubo, hasta que su mano quedó claramente al otro lado de aquella-. Puedes saltar por aquí. Solo es un campo de fuerza no muy potente. Pero cuando llegues abajo no creo que quedes en condiciones de salir corriendo. Es la razón por la que colocan las celdas aquí arriba.

  -Ya, pero, entonces, ¿qué vamos a hacer?

  - Somos reos preventivos. Por lo tanto, estamos a la espera de juicio.

Me vino a la mente la típica imagen de una adusta sala presidida por un juez con su toga y todo. Un fiscal blandiendo hacia mí su dedo acusador y un benévolo abogado que haría lo posible por salvarme...quizá un variopinto público abarrotando la sala, expectante. Pero la imagen se rompió en mil pedazos: no había jueces, ni togas, ni letrados en este remoto mundo de cuevas pobladas por enormes arácnidos. ¿Cómo sería un juicio aquí?

  De pronto noté cierto movimento. El cubo estaba bajando hacia el suelo. Una vez se detuvo,  tanto X como yo, mecánicamente, nos pusimos en pie, intuyendo que algo solemne estaba a punto de ocurrir. Las paredes del cubo se disiparon a nuestro alrededor. Frente a nosotros, uno de aquellos enormes octoartrópodos esperaba inmóvil. Una especie de pilar cilíndrico de poco mas de un metro de alto y de apariencia metálica emergía del suelo a unos pasos de donde nos encontrabamos. Noté algo en mi cabeza, como unas voces, pero esta vez no pude entender lo que decían. X me empujó suavemente:

  -Vamos, ve hacia el cilindro.

  Me aproximé vacilante hacia el metálico objeto y una vez frente a él vi como se abría por arriba y una especie de caja emergía de su interior.

  De alguna manera intuí que debía abrir la caja y que dentro de ella estaría la solución a todo aquel  embrollo en el que me había metido. Así lo hice. Una robusta y peluda tarántula comenzó a salir parsimoniosamente de la caja en dirección a mi mano. En un acto reflejo, la retiré rápidamente, y estuve a punto de dar un paso atrás. Detrás de mí, X me susurró:

  -¡No cometas dos veces el mismo error...!

  Era verdad, quizá mis oportunidades se estaban acabando. Haciendo un ímprobo esfuerzo, tendí la mano hacia el bicho, que, plácidamente, comenzó a trepar hacia ella.

continuará


anterior                    siguiente

2 comentarios:

  1. Yo no puedo con esto. Como la cosa empiece a ir de bichos que trepan por encima del pobre este... y aunque no trepen, solo su presencia ya me supera... A ver si a don X se le ocurre alguna salida y van a otro sitio menos angustioso...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como puede verse, lo que iba a ser un idílico paseo por el Universo, empieza a complicarse. Ya lo dice ese fanfarrón X: "Cuando uno se adentra en el cosmos debe abandonar todas esas tonterías...".Supongo que los filósofos antiguos y modernos cuando trataron el tema del superhombre o semidiós -o Clarke/Kubrick, con el concepto de hijo de las estrellas- daban por sentado que ese nuevo ser se despojaría de ataduras culturales que le impidieran integrarse en la plenitud cósmica. Pero ese es un trabajo para ellos...para los superhombres. Nosotros podemos seguir con nuestros melindres y miedecillos.
      Gracias por comentar y perdón por la tardanza, pero estos días veraniegos son de un vago...

      Eliminar