domingo, 11 de agosto de 2013

Comentarios. 2010, Odisea dos (I). Radiotelescopios gigantes y naves a la deriva



  


  Tengo por costumbre releer, en los ociosos días veraniegos, algunos de los libros de ciencia ficción que, en su momento, me fascinaron o, al menos, despertaron en mí algún interés. Repaso, pues, la inolvidable 2010, Odisea Dos, del maestro Arthur C., secuela de la hasta ahora no superada -bajo mi humilde punto de vista- , "2001, una odisea en el espacio", ampliamente comentada y elogiada en este sitio.
  Uno de los aspectos que más llamó mi atención, ya en la primera lectura, fue el buen trabajo de transición y continuidad realizado por el autor para que ambas obras -original y secuela- tuvieran un cierto sentido de unidad y coherencia. Algo difícil ya que durante muchos años los padres de la "proverbial buena película de ciencia ficción" insistieron en que esta era una obra cerrada y completa. Pero la presión de un público ávido de respuestas y unas compañías editoriales ávidas de ganancias pudo más que la vieja convicción y determinaron que el veterano Arthur claudicara y accediera a escribir la dichosa secuela. Y a fe que no lo hizo mal del todo. Hasta el punto de que le cogió gusto y escribió otras dos (2061, odisea tres y 3001, odisea final) que quizá ya no tuvieron tanto impacto ni tanta calidad. Pero en fín, esto hace aumentar el cúmulo de anécdotas y leyendas en torno a lo que fue una de las obras primordiales (insisto: no solo de la SF, sino de la literatura y el cine en general) del pasado siglo XX.
  No pienso lo mismo, sin embargo, de la película que se basó en la novela (2010: The Year We Make Contact, Peter Hyams, 1984), que, siendo un film correctísimo y que se ve con comodidad y agrado, y que reune muchas de las características del buen cine de ciencia ficción con una narrativa fluida, unos efectos especiales o visuales moderados y acordes a la trama, etc...falla precisamente en esa sensación de continuidad con la obra precedente. De hecho, una de las críticas que personalmente expresé tras un primer visionado, allá por su estreno, era que la estética del film era demasiado actual (con respecto a  lo que era la astronáutica de la época, pareciendo por ello que se reflejaba una época más antigua que la del film primigenio, en lugar de posterior al mismo. De hecho, si en la ficción solo habrían transcurrido nueve o diez años, los cambios estéticos no deberían haber sido tan drásticos (me refiero al diseño y ambientación de naves, trajes de astronauta, vestuario y atrezzo en general. También eché de menos, por supuesto el que una vez abordada la Discovery por la tripulación internacional del la Leonov, no apareciera la gran sala centrífuga (solo aparecen la cala de las cápsulas y la cabina de mando). Comprendo que hubiera sido muy dificil reconstruirla, pues la original se habría deteriorado o perdido, pero quizá habría merecido la pena para reconquistar ese sabor que solo “2001…” tuvo.
  Pero en este artículo no hablaremos de la película, salvo para alguna referencia puntual, sino de la novela.

  Esta comienza con una reunión entre el depuesto -él asegura que dimitió antes- presidente del Comité Nacional de Astronáutica (equivalente de la NASA en la ficción) y un colega suyo soviético (en la proyección temporal expuesta en el universo 2001 el statu quo de bloques de la guerra fría parece mantenerse indefinidamente. De hecho, una  amenaza de guerra entre ambos bandos tiene un importante papel en el final de la trama de “2010…”) se reunen nada menos que en el foco del gigantesco radiotelescopio de Arecibo, uno de los mayores logros de la ingeniería astronómica del pasado siglo, cuando aún no se disponía de telescopios espaciales. Al parecer, ambos científicos- Heywood Floyd y Dimitri Moisevitch (En 2001 ya apareció un tenso careo entre Floyd (encarnado por William Sylvester) y otro científico ruso, Smyslov (interpretado por Leonard Rossiter, más conocido posteriormente como humorista)- escapan de una conferencia de Carl Sagan, según una velada referencia de Floyd, sobre la búsqueda de Inteligencia Extraterrestre, tema que algunos años más tarde también tuvo su particular incursión en el cine de la mano de la versión cinematográfica de la novela del propio Sagan “Contact”, cuidadosamente interpretada por la aplicada Jodie Foster. Como nos hace saber Floyd, en una de sus reflexiones, no le da mayor importancia a la deserción de la sala de conferencias, ya que había oído la referida exposición tantas veces que hubiera sido capaz de recitarla de memoria. El gran plato del radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico) tiene 300 metros de diámetro y está construido directamente en una depresión del terreno, en forma de cuenco, entre las montañas. A diferencia de los demás radiotelescopios, que son móviles y pueden orientar el plato en distintas direcciones, este es, obviamente, fijo, y lo que se mueve es una estructura  de forma triangular, suspendida sobre aquel  a gran altura y sostenida por un entramado aéreo de cables que parten de varios postes situados en su perímetro. Es en esta estructura (la antena receptora propiamente dicha), donde los dos hombres se reunen, buscando la privacidad que requiere el importante tema que han de tratar. Como dice Moisevitch: “Imagínelo…estamos escuchando a todo el universo, pero nadie puede escucharnos a nosotros.” Una curiosidad al respecto  de esta secuencia inicial es que en la película –ya empezamos con las diferencias (¡sí, aquí también!)- esta reunión no se produce en Arecibo, sino en un campo de radiotelescopios en batería pertenecientes al Observatorio Nacional de Radioastronomía, en Marineland, Palos Verdes (California), posiblemente por causas logísticas. Volviendo al genial Carl Sagan, no podemos dejar de indicar que, aunque en 1982, año en que fue escrita la novela, Sagan estaba en la plenitud de su carrera, y su amigo Clarke le auguraba un no menos intenso futuro en su actividad como divulgador científico, aquel, desgraciadamentre, falleció en 1996, de neumonía, tras someterse a varias intervenciones de transplante de médula ósea para frenar la leucemia. Si hubiera sobrevivido contaría en la época en que se desarrolla la ficción con setenta y seis años y, probablemente, como suponía Clarke, hubiera seguido dando conferencias por el ancho mundo.

  
  Pues bien, una vez situados los dos personajes (encarnados en la película  por Roy Schreider y Dana Elcar, respectivamente) en la superestructura aérea de Arecibo, el ruso pone al corriente a Floyd de los recientes descubrimientos de sus colegas con respecto a la varada nave americana. Como se explicó en un artículo anterior, Bowman tuvo la precaución de aparcar la Discovery 1 en el punto de Lagrange L1 entre Júpiter e Io, de manera que su órbita fuera estable y pudiera más tarde ser recuperada, antes de salir a una larga excursión de la que, como él mismo sospechaba, probablemente no regresaría nunca. Pero las extremas condiciones de Ío, con sus erupciones volcánicas, su magnetismo unido al del gigante gaseoso y las tremendas fuerzas gravitatorias entre ambos astros habrían provocado un “tira y afloja” que ponía en peligro la estabilidad de la nave. Se plantea entonces una especie de estratégica partida de ajedrez en la que cada uno expone sus bazas: los soviéticos tienen a punto una nave –la Leonov- para llegar a Júpiter antes que la americana Discovery 2 –en construcción-, pero los rusos no están seguros de poder reactivar ni la nave ni al dormido HAL 9000, que probablemente atesora, en sus ahora inactivos circuitos, una gran cantidad de información relevante. Floyd, acostumbrado a combinar ciencia y política, coge al vuelo la propuesta: una tripulación mixta, formada por rusos y americanos, a bordo de la Leonov, podría cumplir todos estos objetivos y, posteriormente, con más medios que Bowman, estudiar de cerca el monolito gigante.
  Esta es la propuesta científica. Ahora ambos personajes tendrían que empezar a mover hilos y resortes para convencer a sus respectivos gobiernos.


continuará

2 comentarios:

  1. Que precisión, que lujo de detalles, Nunca es tarde para aprender.

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    1. Gracias por tu comentario. Efectivamente, muchos detalles e información. Pero es que cuando uno se pone a buscar, una cosa lleva a la otra y al final tienes un motón de datos y no te puedes resistir a ponerlo todo, además de tus propias ideas e impresiones. En fín, sacarle punta a las cosas, como se dice habitualmente.

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