domingo, 7 de julio de 2013

Comentarios. Aquellas viejas series.1. Perdidos en el Espacio (II)



  Desde mi, a la sazón, infantil punto de vista, uno de los logros formales  más vistosos de la serie fue el diseño del robot B9 que, al igual que el personaje del Dr. Smith, acaparó un inesperado  protagonismo en la serie. Además, al igual que aquel, fue dotado de una ambigua dualidad que le hacía temible y amistoso al mismo tiempo, ya que con sus poderosas cualidades, igualmente podía defender a sus compañeros humanos de los más tremendos peligros que provocar situaciones desesperadas.  En cuanto al diseño, como todo en la serie, se optó por lo económico y utilitario. El robot debía ser una mole metálica pero no necesariamente antropomorfa, como su más directo precedente, el “Robby” de “Planeta Prohibido”-que por cierto, también realizó un cameo en un episodio de esta serie-. Se ahorraban así las dificultades para realizar articulaciones de brazos y piernas y para mover de manera más o menos verosímil el conjunto. Nuestro robótico amigo, por tanto, estaba constituido por una especie de enorme cacerola cilíndrica sostenida por una piernas más o menos rígidas rematadas por unos pies a modo de patines rodantes. Como colofón, en lugar de cabeza, un cerebro transparente y luminoso, en forma de seta, emitía incesantes destellos, mientras los brazos eran unos meros tubos extensibles acabados en garras. Recuerdo que uno de mis pasatiempos favoritos cuando aparecía el robot en alguna secuencia, era imaginar como demonios habían acomodado dentro de ese estrambótico artefacto al actor que daba vida al cibernético personaje. Todo ello acompañado por una voz con acento mecánico –el paradigma de lo que en aquellos tiempos pensábamos que debía ser una voz artificial, hasta que HAL 9000 nos demostró que una máquina puede hablar con la corrección y elegancia de un educado caballero- que quizá hoy nos parecería risible, daba al conjunto un aire enigmático y sorprendente que casaba muy bien con la estética de la serie.



¿Un platillo volante?
  Dado que por aquel entonces ya existían los cohetes como una realidad cotidiana y ya se conocían sus limitaciones, la ciencia ficción de la época no recurría ya a ellos para representar los largos desplazamientos hiperlumínicos que exigían los guiones. Había que inventar algo mejor. Así, naves como la Enterprise de Star Trek, eran un desafío a los primitivos diseños de la década anterior. Pero en Perdidos en el Espacio, como ha quedado dicho en ocasiones anteriores se planteaba siempre un compromiso entre lo original y lo económico. Resultado: una nave sencilla, de forma simple y que podía albergar una fabulosa fuente de energía que no requiriera mucho espacio. Además, escénicamente era mucho más práctico para el rodaje un escenario circular y amplio.
Una de las cosas que aún no entiendo, sin embargo, por más que me esfuerzo visionando una y otra vez los viejos episodios, era como podía el recoleto Júpiter 2 albergar los  dos enormes  niveles de habitabilidad más los motores y demás aditamentos, cuando la nave, vista desde fuera, no alcanzaba más altura que la de un camión o autobús. ¿Sería una de las secuelas de la contracción espaciotemporal?
Ironías aparte, una de las críticas que recibió el poco trabajado diseño de platillo volador, fue su escaso impacto en el merchandising de la serie, a diferencia de su directa competidora, la Enterprise, cuya maqueta tuvo una espectacular acogida entre los trekkers.



Un planeta lleno de sorpresas.
  Como buenos naúfragos, los perdidos navegantes consiguen llegar a su correspondiente isla desierta. Un planeta aparentemente deshabitado que esconde multitud de seres extraordinarios y vestigios de antiguos pobladores. Recientemente descubrí, leyendo aquí y allá, que el planeta fue bautizado como  “Priplaneo” por los avezados colonos, nombre que al parecer es mencionado en algún episodio (episodio 15, “Regreso a la Tierra”), hecho que, para mí, en su momento, pasó desapercibido. Es interesante reseñar, en todo caso, que la arribada al planeta es posible gracias a un encuentro anterior con una enorme nave espacial abandonada, donde los Robinson consiguen desentrañar el funcionamiento de una especie de mapa o “navegador” que les indica el camino a seguir. Una vez realizado el aterrizaje, más o menos forzoso, en el planeta, la trama de la serie se va desarrollando en torno a la exploración del mismo, apareciendo sucesivamente gigantes malhumorados, embravecidos océanos y lujuriantes selvas que daban paso a áridos desiertos como quien no quiere la cosa. Una de las secuencias más esperpénticas de la serie tiene lugar cuando el patriarca del clan, John Robinson, dispuesto a explorar el planeta antes de que su familia se asiente en él, realiza un descenso en el mismo equipado únicamente con su traje espacial y unos pequeños motores cohete (“parajets”) adosados a los brazos, que se supone le servirán para amortiguar el descenso en el planeta. De hecho, cuando la nave, con el resto de la tripulación, llega por fin a la superficie de forma accidentada, como queda dicho, encuentran al valiente Dr. Robinson postrado entre las ramas de un arbusto, tras haber “caído” desde el espacio, sin daños aparentes. Ni más ni menos. Pero ya saben que el  testarudo Irwin Allen, cada vez que le discutían este tipo de inconsistentes piruetas argumentales contestaba con el socorrido “Don’t get logical with me” (No se pongan lógicos conmigo”). Así que, ya está, un nuevo espacio en el que perderse, aquel en que  la ciencia ficción se convierte en pura fantasía.


Vaqueros del espacio y chicas de otra dimensión.
  Uno de los aspectos más enriquecedores y al mismo tiempo, más descabellados de la serie eran los encuentros con otros viajeros estelares que se cruzaban en su camino. Así, durante su estancia en el planeta recibieron la visita del por entonces popular Warren Oates, transfigurado en un valeroso cowboy sideral (con sombrero tejano y todo), una familia extraterrestre (los taurones), un guardián del zoo cósmico, piratas, mercaderes, fanfarrones buscapleitos, princesas y toda una pléyade de extraños seres (¡incluso una zanahoria gigante!) que hicieron muy amena la estancia de los Robinson en el inquietante Priplaneo. Cuando abandonan este, nuevas aventuras y planetas se cruzan en su camino. Incluso el antipático Smith encuentra a alguien que se enamora de él, la Chica de la Dimensión Verde.
Con el andar del tiempo, la serie llegó a completar tres temporadas (aunque en España creo que solo vimos las dos primeras), en las que los náugrafos, tras una larga estancia en su galáctica isla, consiguen reflotar el maltrecho Júpiter 2 para volver a perderse por esos espacios, como se ha apuntado anteriormente. Llegan incluso a conseguir volver a la Tierra, pero en una época equivocada, siendo confundidos con alienígenas en su platillo. Por tanto, reanudan su viaje y siguen vagando por ahí, en un periplo nunca resuelto. La serie finalizó cuando su popularidad decreció, pero al parecer los productores no se molestaron en crear un final que “cerrara” la trama. 


Pero esto, hoy día, puede verse como un acierto, ya que en nuestra imaginación estos robinsones espaciales seguirán eternamente “Perdidos en el Espacio”.

Mi agradecimiento a sitios como "Perdidos en el espacio", donde he encontrado mucha información para la realización de este post.

2 comentarios:

  1. No sé por qué será, pero me da la sensación de que a ti te gusta mucho esta serie, ¿no? :-D
    Bromas aparte, es verdad que el diseño de la nave no se lo curraron mucho, y, por otro lado, me ha gustado mucho el último párrafo de la entrada.

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    1. A mi me fascina el uso de la imaginación. En cualquier episodio de esta serie, aunque no despunta por su calidad o complejidad argumental, pueden encontrarse desarrollos de ideas muy interesantes. A veces solo bosquejos esquemáticos. Pero los grandes temas están ahí: los viajes espaciales, el contacto con seres alienígenas, el viaje en el tiempo y entre dimensiones...Pero también otros temas menores que no están tan trillados, como la huída hacia delante del viajero que ha rebasado el punto de no retorno o la posibilidad de viajar en sentidos no convencionales, como por ejemplo, a través de un espejo...En fín, que si se quiere, a cualquier cosilla de estas se le puede sacar punta...Saluditos...

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