miércoles, 26 de junio de 2013

Reo futuro

  Estoy anclado a este mundo y estoy anclado a este lugar. Me he convertido en un ser adimensional. No puedo desplazarme en el espacio. En cuanto intento dar un paso al frente, un muro de opresión y soledad envuelve mi mente, como si, temeroso,  me asomara a un páramo de oscuridad y nada. La oscuridad y la nada. Mis enemigos. No puedo dar un paso al frente pero tampoco retroceder. Ni caminar hacia un lado u otro, como si estuviera encerrado en un círculo de fuego. En una ocasión, hace mucho tiempo, intenté elevarme y volar, como hiciera antaño junto a  mis añorados congéneres. Pero mi esfuerzo fue inútil. El don del vuelo me había abandonado. Por tanto, no un círculo sino una burbuja, constituye mi encierro, mi translúcida cárcel, mi condena etérea.
  Estoy por tanto, condenado, aunque no recuerdo muy bien mi falta o mi pecado, en este ínfimo trozo de un mundo que no se me permite explorar. Unas invisibles cadenas me sujetan firmemente en este cautiverio como a los antiguos condenados a los que se dejaba morir de hambre y desesperación, colgados de los húmedos y ásperos muros de alguna inmunda celda. Observo cada día el sol azul que recorre el cielo en un suspiro, perseguido un poco más tarde por su rojo compañero. Día azul y día rojo. Luego la corta noche. He pasado la estación del frío innumerables veces, así como el calor, el viento y el desaliento de las noches de tormenta cuyos chispazos rivalizaban en fulgor con los diurnos astros.
  Pero recientemente he descubierto una cierta capacidad de movimiento. Un día, pensando en los verdes valles de mi mundo de origen, en los frescos regatos que bañaban cada rincón del fértil terreno que me vio nacer, en los elegantes pináculos de nieves perpetuas que bordeaban la tierra de mis ancestros; de pronto me sentí transportado en una inconmensurable sensación de delirio, de mareo, de suave desplazamiento. Mantuve fuertemente cerrados los ojos temiendo ser víctima, al abrirlos, de cualquier horrible alucinación que me hiciera enloquecer, pues no podía poner en duda que me había movido en algún sentido. Meditativamente deduje, pues era innegable mi imposibilidad de desplazameinto espacial, que el viaje se había producido en el tiempo. Y quede convencido de que me hallaba en el mismo lugar pero, quizá, a unos días en el pasado o en el futuro, o quizá a eones de distancia temporal.


  Tentativamente, abrí los ojos y paseé una temerosa mirada a mi alrededor. Me encontraba ciertamente
en el mismo lugar, pero las adustas rocas y el bermejo polvo del desierto que recordaba estaban ahora cubiertos por una tenue capa de una verdosa sustancia aterciopelada. Quizá musgo, quizá algún tipo de primitiva vegetación, quizá el decadente resto de un antiguo vergel. No pude constatar por tanto si mi desplazamiento había sido hacia el pasado o hacia el futuro. Pero por primera vez en el dilatado lapso de mi cautiverio tenía a dónde ir.
  Practiqué y perfeccioné mi recién adquirida capacidad. Pude ajustar el alcance de los viajes, así como su sentido. Con relativa facilidad aprendí a desplazarme hacia el pasado o hacia el futuro a voluntad. Pude observar y comprender la historia evolutiva de aquel mundo. Y una esperanzadora idea comenzó a germinar en mi cabeza.
  Si aquel mundo de cautiverio había estado alguna vez libre de su condición de carcelero, de penal ultramarino, si fue un mundo de vida y cambio antes de que el declive evolutivo o alguna impensable catástrofe lo redujeran al desolado páramo que hoy era; si alguna vez la esperanza había habitado aquel mundo, entonces quizá yo aún tuviera una posibilidad de redimirme. Si viajaba hacia atrás en el tiempo lo suficiente como para rebasar el momento en que se creó la burbuja que me aprisionaba, quizá podría volver a ser libre.
  Así durante un tiempo indeterminado viajé y viajé, alcanzando cada vez puntos más alejados en el devenir de las eras. Ahora creo haber llegado al límite de mi capacidad y quizá al principio de los principios. Esta noche será el último y más grande salto. Mi desconocido destino se reduce a dos alternativas: Libertad o ... ¿nada?

2 comentarios:

  1. Me encantan las historias de aventuras por el tiempo, pero esta me inspira miedo y tristeza. Lo cual no es una crítica, of course.

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    1. Ya me parece un logro que inspire algo. Este texto más que historia es una reflexión: como el personaje, nosotros estamos encadenados a las dimensiones espaciotemporales que somos capaces de percibir. Quizá algún día podamos dar el salto y explorar más allá. La forma en que esto pueda hacerse es aún un misterio...
      Gracias por tus comentarios. Saludillos...:)

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