sábado, 15 de junio de 2013

Intro XXV




  -¿Quieres decir que  voy a tener un cacharrito de esos para mí, para viajar por mi cuenta y riesgo?
  -Así es. Ya irás aprendiendo a manejarlo.
  No sabía si alegrarme o no. ¿Qué iba a hacer? ¿Viajar los fines de semana? En lugar de ir a la playa o a pasear por el campo, podría darme un garbeo por Alpha Centauri o por Sirio. En las vacaciones podía irme a explorar regiones desconocidas del cosmos. Era de locos.
  Estas reflexiones me llevaron a recordar mis obligaciones cotidianas en la Tierra, las cuales había descuidado bastante desde que salimos de viaje. Quizá me habrían dado por desaparecido. Y el trabajo...
  -¿Cuánto tiempo llevamos viajando? -pregunté a X, súbitamente alarmado. Durante el viaje había estado tan absorto y ocupado que no había reparado en esta cuestión-.
  - Según el tiempo terrestre, salimos hace exactamente 3 horas, 17 minutos y 12 segundos.
  - Ah, Bueno -repuse tranquilizándome de inmediato-. Pero, ¿cómo es posible? A mí me parece que llevamos varios días dando tumbos por ahí...
  - Veras, en realidad hay un pequeño truco. Aunque se considera que el viaje con el dispositivo transportador dura entre 1 segundo y varios minutos, la verdad es que se trata de tiempo negativo. Debido a los pliegues en la envoltura del espacio real que se utilizan para acortar el camino, no solo se viaja en el espacio, sino también en el tiempo. Si uno lo desea, puede volver a un sitio "antes" de haber estado allí por primera vez. Es lo que ocurrirá cuando volvamos a Daroon 6.
  - ¿Puedes explicarlo de nuevo? Prometo hacer un esfuerzo para entenderlo...
  - No te preocupes. Ya lo comprenderás. Cuando volvamos a la Tierra no habrán pasado más que unas horas en el tiempo objetivo local. Pero todavía falta mucho para eso.
Iba a hablar de nuevo, pues un montón de interrogantes se agolpaban en mi cabeza, pero en ese momento llegamos a nuestro destino. El efecto de abrirse la cortina de oscuridad se produjo una vez más, y nos encontramos ante un extraño paisaje de abruptas montañas y barrancos. Nos encontrábamos en  lo que parecía un estrecho desfiladero. Surgiendo de las paredes del precipicio, altísimas chimeneas despedían espesas nubes de humo. Unido a ello, un cielo muy nuboso, que no dejaba pasar mucha luz, creaba un ambiente  de opresiva tenebrosidad.
X echó a andar y, previendo que nos quedaba por delante otra larga caminata, aproveché para consultarle una duda que me había surgido con el tema de las plantas de crecimiento rápido y la terraformación.
  - Ya he comprendido que cuando uno quiere hacer habitable un planeta hay que echar mano de esas plantitas estupendas, pero ¿cómo se consigue que la producción de oxígeno de la planta no escape al espacio, al igual que ocurriera en el pasado con la supuesta atmósfera primigenia del planeta...?
  -¿Has oido hablar de los campos de fuerza y la tensión superficial?- repuso X, con su pedantería habitual-. Un ejemplo es la membrana celular. Esta  es una barrera o frontera "casi" inexistente entre dos medios, que permite el intercambio de fluidos pero mantiene la cohesión de la célula. Ocurre algo parecido con la tensión superficial de los fluídos.
  La clave radica en ese "casi", que genera la suficiente fuerza para mantener las cosas en su sitio…
  - Pero en este caso estamos hablando de interacción con un virtual vacío. No es posible…
  -Ya, pero en esta situación el efecto se consigue mediante una especie de electromagnetismo que genera la propia crescentis. Ya te he dicho que es un gran logro de la ingeniería genética. Además, esto tiene un efecto posterior muy interesante: cuando se iguala la  presión entre los campos de fuerza de dos plantas cercanas, estos se funden, como ocurre con las burbujas de jabón que se unen unas a otras. El proceso se va completando entre unas plantas y otras hasta formar una gran cúpula de aire que engloba a toda la plantación. Si el proceso tiene éxito total, y las plantas consiguen propagarse a escala planetaria, al final tendrás una única y enorme burbuja: la atmósfera.
  Una vez conseguido esto, se podrán ir habilitando zonas de cultivo en que la genesia sea sustituida por otras plantas hasta obtener la necesaria variedad de especies...
  Iba a hablar de nuevo, pero no se me ocurrían objeciones. Probablemente, X había simplificado al máximo la explicación para que yo pudiera entenderla. La realidad sería mucho más compleja, pero las ideas principales estaban ahí: vegetales con capacidad de regular campos magnéticos, fuerzas de cohesión moleculares genéticamente programadas, seres autorreplicantes que colonizarían, en condiciones favorables, un planeta entero. El concepto de la semilla de la vida cobraba ahora un significado mucho más completo; cósmico, podríamos decir.
  X se detuvo ante lo que parecía la entrada a una caverna, y me indicó con un gesto que íbamos a entrar. Ahora resultaba que esta raza de supercerebritos galácticos vivía en cuevas. Otro anacronismo impresentable. Nada más entrar, un tufo mareante llegó a mi nariz. O sea, que además de feos y antipáticos, olían mal. Estaba casi preparado para cualquier cosa, pero cuando vi al primero de ellos, la repugnancia más absoluta me invadió por completo.
Balbuceando como un niño asustado, dije, sin dirigirme a nadie en particular:
- ¡Son…son como…gigantescas arañas! 

continuará 


anterior                                siguiente

2 comentarios:

  1. A mí cada vez me cuesta más seguir las explicaciones del marcianito. No tengo yo preparación para esto.
    Y ahora, para colmo, la cueva de las arañas pestosas. Pobrecito el señor terrestre...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, sí, la cosa se complica. Y más cosas que van a pasar...

      Eliminar