En el momento en que se giraba para volver sobre sus
pasos, Prince notó un ligero temblor. Su formación científica empezó a generar
en su subconsciente la idea de un fenómeno sísmico, aunque mezclada con la
sorpresa por el hecho de que un astro tan pequeño como Rea reuniera las
condiciones geológicas para poseer actividad telúrica. Sin embargo, su
entrenado instinto de astronauta le sugirió un movimiento de tipo mecánico.
Algo se movía en aquel extraño lugar. La vibración fue in crescendo y todo a su alrededor parecía temblar. "Estas
máquinas están cobrando vida"-pensó Prince con una punzada de temor-.
Por un momento
dudó si correr hacia la puerta para intentar ponerse a salvo o quedarse donde
estaba. La opción era clara: estaba allí para investigar, luego no iba a
perderse lo único interesante que, quizá, ocurriera en aquel viaje. Volvió a su
posición en el centro de la sala y contempló como, ante él, el suelo se abría y
emergía de él una especie de metálico féretro con una cubierta traslucida que
emitía una luz espectral. Cuando el objeto se detuvo, parecía efectivamente un
ataúd reposando sobre un zócalo. Se acercó y pudo observar como la empañada
cubierta se iba aclarando poco a poco. Aquello podía ser un dispositivo de
animación suspendida como el que él mismo había utilizado en su viaje, pero
mucho más avanzado. Él había dormido durante cuatro años. Pero aquello, ¿cuánto
tiempo llevaría allí? Quizá había viajado por el espacio hasta encallar en
aquella perdida luna. Quizá llevaba miles de años enterrado bajo el hielo de
Rea.
Cuando la cubierta
quedó totalmente transparente, una conmovedora imagen se mostró a los ojos de
Prince. Cansado, debilitado por el largo viaje, más lejos del hogar de lo que
nunca ningún ser humano hubiera estado, aterido de frío, hambriento y asustado,
se sintió, sin embargo, el hombre más afortunado del mundo por poder vivir ese
momento: un extraño ser, de cautivadora
belleza, yacía en el interior de aquel magnífico túmulo. Aquella criatura,
extremadamente delgada y de largos aunque bien torneados miembros, con una piel
brillante de un blanco níveo, yacía como dormida en su ancestral lecho. Su
sereno rostro, con los ojos cerrados y con unos carnosos labios levemente
proyectados hacia delante, como si estuviera a punto de decir algo - o de dar
un beso- sugería el sueño más que la muerte, a pesar de que aquel lugar
semejara un elegante mausoleo.
Prince se acercó
aún más al cristal. No podía dejar de admirar aquel delicado cuerpo desnudo y
aquel cautivador semblante. Tocó la transparente tapa del sarcófago. Al momento,
retiró la mano de manera instintiva como si hubiera recibido una descarga. Pero
no era eso. Volvió a probar. Un suave cosquilleo o vibración recorrió sus
dedos. Era una sensación familiar: parecía estar palpando una pantalla táctil. “Debe
ser muy intensa”-pensó Prince-“para notarla a través de estos gruesos guantes”.
En seguida se le ocurrió que no los necesitaba ya, pues llevaba un rato con el
casco abierto y “disfrutando” de la atmósfera de aquel lugar. Se despojó de los
guantes y alargó la mano, de nuevo, hacia la vibrante superficie del sarcófago.
En cuanto las yemas de sus dedos tomaron contacto con aquella pulida
superficie, un fogonazo iluminó la estancia, una especie de relámpago recorrió
su cuerpo y un espasmo potentísimo le devoró haciendo vibrar cada célula de su
cuerpo. Vio, como a través de una niebla, una especie de rayo que, surgiendo de
la crisálida, le conectaba a esta a través de sus extendidas manos, semejando
el efecto de un arco voltaico. No sintió miedo, sin embargo. Sintió algo que
pudo ser dolor, o pudo ser placer; y vió, poco antes de perder el sentido, como
la deliciosa criatura que reposaba al otro lado del cristal abría sus ojos cegándole
con la luz de dos soles verdeazulados. Cuando ya se derrumbaba, extenuado,
observó en sus labios lo que podía ser interpretado como una sonrisa, aunque no
estaba muy seguro.
…….
-Prince, aquí
control. Prince, aquí control. Han pasado más de tres horas desde la última
comunicación y no sabemos qué ocurre. De hecho, no sabemos si sigues vivo o no,
pues las lecturas de los sensores de soporte vital se han interrumpido. Pero si
estas escuchando, sal de ahí lo más rápido que puedas. El radar de la nave principal
indica que “eso” se está moviendo.
Prince recobró la
conciencia al oír el insistente sonsonete de la radio del traje. Se puso en pie
y miró a su alrededor. Comenzó a recordar poco a poco. El sarcófago había
desaparecido. Se repitió el mensaje de Control de Misión y recordó que debía
salir de allí lo antes posible. Se colocó los guantes y cerró el casco. Dio
presión al traje y echó a correr hacia la salida. La puerta estaba abierta.
Evidentemente, le invitaban a salir. Ya había hecho lo que tenía que hacer y no
parecía que quisieran retenerle por más tiempo. Corrió por el pasillo hasta la
membrana de gelatina y después corrió por la nieve hasta su pequeño vehículo
que, fielmente, le esperaba apostado a la entrada de la cúpula. El suelo comenzó
a temblar y a agrietarse. Prince se encaramó a su vehículo, activó los
controles y se preparó para despegar. Lo hizo justo a tiempo antes de que la enorme
grieta que se estaba formando alrededor de la cúpula se tragara al pequeño
Harrier. Pronto alcanzó la máxima velocidad y, desde las alturas contempló
como, finalmente, la cúpula se desgajaba del helado suelo y comenzaba a
elevarse hacia el negro cielo de Rea. Ya no era una cúpula, sino una esfera, la
mayor parte de la cual había permanecido enterrada durante quién sabe cuánto
tiempo. Y allí iba ella, hacia el infinito…
Multitud de
pensamientos bullían en la mente de Prince, intentando dar explicación a lo
ocurrido. Algunas ideas inconexas, sin embargo, eran las más persistentes. Su
subsconciente le daba la respuesta con el trasfondo de la imagen de una bella
alienígena que le había conquistado: compatibilidad biológica cien por cien.
Había sido el momento más intenso de su vida, pero lo había perdido para
siempre.
-Control, aquí
Prince. Misión cumplida. Aunque hasta el último momento no supe cuál era la
misión. La Bella Durmiente
del Cosmos ha sido despertada y…fecundada. Y se ha ido…
El ordenador de a
bordo realizó automáticamente la cita orbital y Prince pudo regresar a la nave
principal, desechando posteriormente el vehículo de aterrizaje que ya no volvería
a necesitar. Pasó las siguientes horas preparando el viaje de regreso y, cuando
ya estaba dispuesto para volver al sueño de la hibernación, gracias al cual el largo periplo duraría un instante, recibió la última comunicación del
Control de Misión:
-Bueno, Prince, enhorabuena. Y no te
preocupes: seguramente volverá. Para que conozcas a los niños.
Je-je, así que el señor Prince no era otro que el Príncipe Azul.
ResponderEliminarMuy original (creo), un cuento de hadas en la frialdad (creo) del cosmos.
Tu apreciación es muy benigna. Yo ya avisé al principio de que el relato tenía poco de original. Pero mira, las historias clásicas tienen de bueno precisamente eso, que al ser clásicos se pueden rememorar o remedar una y otra vez. Espero que te haya gustado. Saluditos.
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