domingo, 14 de abril de 2013

El beso del Príncipe ( y V)



  
  En el momento en que se giraba para volver sobre sus pasos, Prince notó un ligero temblor. Su formación científica empezó a generar en su subconsciente la idea de un fenómeno sísmico, aunque mezclada con la sorpresa por el hecho de que un astro tan pequeño como Rea reuniera las condiciones geológicas para poseer actividad telúrica. Sin embargo, su entrenado instinto de astronauta le sugirió un movimiento de tipo mecánico. Algo se movía en aquel extraño lugar. La vibración fue in crescendo y todo a su alrededor parecía temblar. "Estas máquinas están cobrando vida"-pensó Prince con una punzada de temor-.
  Por un momento dudó si correr hacia la puerta para intentar ponerse a salvo o quedarse donde estaba. La opción era clara: estaba allí para investigar, luego no iba a perderse lo único interesante que, quizá, ocurriera en aquel viaje. Volvió a su posición en el centro de la sala y contempló como, ante él, el suelo se abría y emergía de él una especie de metálico féretro con una cubierta traslucida que emitía una luz espectral. Cuando el objeto se detuvo, parecía efectivamente un ataúd reposando sobre un zócalo. Se acercó y pudo observar como la empañada cubierta se iba aclarando poco a poco. Aquello podía ser un dispositivo de animación suspendida como el que él mismo había utilizado en su viaje, pero mucho más avanzado. Él había dormido durante cuatro años. Pero aquello, ¿cuánto tiempo llevaría allí? Quizá había viajado por el espacio hasta encallar en aquella perdida luna. Quizá llevaba miles de años enterrado bajo el hielo de Rea.
  Cuando la cubierta quedó totalmente transparente, una conmovedora imagen se mostró a los ojos de Prince. Cansado, debilitado por el largo viaje, más lejos del hogar de lo que nunca ningún ser humano hubiera estado, aterido de frío, hambriento y asustado, se sintió, sin embargo, el hombre más afortunado del mundo por poder vivir ese momento: un extraño ser,  de cautivadora belleza, yacía en el interior de aquel magnífico túmulo. Aquella criatura, extremadamente delgada y de largos aunque bien torneados miembros, con una piel brillante de un blanco níveo, yacía como dormida en su ancestral lecho. Su sereno rostro, con los ojos cerrados y con unos carnosos labios levemente proyectados hacia delante, como si estuviera a punto de decir algo - o de dar un beso- sugería el sueño más que la muerte, a pesar de que aquel lugar semejara un elegante mausoleo.
  Prince se acercó aún más al cristal. No podía dejar de admirar aquel delicado cuerpo desnudo y aquel cautivador semblante. Tocó la transparente tapa del sarcófago. Al momento, retiró la mano de manera instintiva como si hubiera recibido una descarga. Pero no era eso. Volvió a probar. Un suave cosquilleo o vibración recorrió sus dedos. Era una sensación familiar: parecía estar palpando una pantalla táctil. “Debe ser muy intensa”-pensó Prince-“para notarla a través de estos gruesos guantes”. En seguida se le ocurrió que no los necesitaba ya, pues llevaba un rato con el casco abierto y “disfrutando” de la atmósfera de aquel lugar. Se despojó de los guantes y alargó la mano, de nuevo, hacia la vibrante superficie del sarcófago. En cuanto las yemas de sus dedos tomaron contacto con aquella pulida superficie, un fogonazo iluminó la estancia, una especie de relámpago recorrió su cuerpo y un espasmo potentísimo le devoró haciendo vibrar cada célula de su cuerpo. Vio, como a través de una niebla, una especie de rayo que, surgiendo de la crisálida, le conectaba a esta a través de sus extendidas manos, semejando el efecto de un arco voltaico. No sintió miedo, sin embargo. Sintió algo que pudo ser dolor, o pudo ser placer; y vió, poco antes de perder el sentido, como la deliciosa criatura que reposaba al otro lado del cristal abría sus ojos cegándole con la luz de dos soles verdeazulados. Cuando ya se derrumbaba, extenuado, observó en sus labios lo que podía ser interpretado como una sonrisa, aunque no estaba muy seguro.
…….

   -Prince, aquí control. Prince, aquí control. Han pasado más de tres horas desde la última comunicación y no sabemos qué ocurre. De hecho, no sabemos si sigues vivo o no, pues las lecturas de los sensores de soporte vital se han interrumpido. Pero si estas escuchando, sal de ahí lo más rápido que puedas. El radar de la nave principal indica que “eso” se está moviendo.
  Prince recobró la conciencia al oír el insistente sonsonete de la radio del traje. Se puso en pie y miró a su alrededor. Comenzó a recordar poco a poco. El sarcófago había desaparecido. Se repitió el mensaje de Control de Misión y recordó que debía salir de allí lo antes posible. Se colocó los guantes y cerró el casco. Dio presión al traje y echó a correr hacia la salida. La puerta estaba abierta. Evidentemente, le invitaban a salir. Ya había hecho lo que tenía que hacer y no parecía que quisieran retenerle por más tiempo. Corrió por el pasillo hasta la membrana de gelatina y después corrió por la nieve hasta su pequeño vehículo que, fielmente, le esperaba apostado a la entrada de la cúpula. El suelo comenzó a temblar y a agrietarse. Prince se encaramó a su vehículo, activó los controles y se preparó para despegar. Lo hizo justo a tiempo antes de que la enorme grieta que se estaba formando alrededor de la cúpula se tragara al pequeño Harrier. Pronto alcanzó la máxima velocidad y, desde las alturas contempló como, finalmente, la cúpula se desgajaba del helado suelo y comenzaba a elevarse hacia el negro cielo de Rea. Ya no era una cúpula, sino una esfera, la mayor parte de la cual había permanecido enterrada durante quién sabe cuánto tiempo. Y allí iba ella, hacia el infinito…
  Multitud de pensamientos bullían en la mente de Prince, intentando dar explicación a lo ocurrido. Algunas ideas inconexas, sin embargo, eran las más persistentes. Su subsconciente le daba la respuesta con el trasfondo de la imagen de una bella alienígena que le había conquistado: compatibilidad biológica cien por cien. Había sido el momento más intenso de su vida, pero lo había perdido para siempre.
  -Control, aquí Prince. Misión cumplida. Aunque hasta el último momento no supe cuál era la misión. La Bella Durmiente del Cosmos ha sido despertada y…fecundada. Y se ha ido…
  El ordenador de a bordo realizó automáticamente la cita orbital y Prince pudo regresar a la nave principal, desechando posteriormente el vehículo de aterrizaje que ya no volvería a necesitar. Pasó las siguientes horas preparando el viaje de regreso y, cuando ya estaba dispuesto para volver al sueño de la hibernación, gracias al cual el largo periplo duraría un instante, recibió la última comunicación del Control de Misión:
  -Bueno, Prince, enhorabuena. Y no te preocupes: seguramente volverá. Para que conozcas a  los niños.

FIN 


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2 comentarios:

  1. Je-je, así que el señor Prince no era otro que el Príncipe Azul.
    Muy original (creo), un cuento de hadas en la frialdad (creo) del cosmos.

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    1. Tu apreciación es muy benigna. Yo ya avisé al principio de que el relato tenía poco de original. Pero mira, las historias clásicas tienen de bueno precisamente eso, que al ser clásicos se pueden rememorar o remedar una y otra vez. Espero que te haya gustado. Saluditos.

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