lunes, 22 de abril de 2013

Comentarios. "La Clave", de Isaac Asimov (parte III)

[Advertencia: Si bien esta es la continuación del "Comentario (parte I y II)" sobre el relato "La clave", de Isaac Asimov, esto no es ni comentario ni reseña, sino directamente una pieza de ficción, inspirada por el contenido de aquel. Todo lo que aparece a continuación es completamente imaginario, a excepción del dato -real- de que en la Universidad de Boston se guarda un completo archivo con toda la obra - además de notas, cartas, etc...- del eminente escritor, y la referencia a MULTIVAC, computadora ficticia que aparece en algunos relatos del autor. ]


    Multivac, en el universo asimoviano, era una supercomputadora que ocupaba un extenso espacio en algún remoto y secreto sótano de quién sabe qué departamento gubernamental, y que tenía la misión de ayudar a la humanidad a resolver sus problemas y necesidades gracias a su potente complejo MÚLTIple de Válvulas de vACío. Algunos años después de la muerte del llorado maestro, algún ignorado genio de la Universidad de Boston, donde se conserva el archivo Asimov, tuvo la brillante idea de construir un superordenador en el que se guardaría toda la obra y pensamiento del admirado escritor y al que se dotaría de un programa que lograría imitar la personalidad del mismo, de manera que se pudiera interactuar con la máquina como si se estuviera ante el mismísimo Isaac. La finalidad de tal idea no era otra que demostrar las posibilidades de la emergente Inteligencia Artificial y, de paso, contar con el asesoramiento del ordenador para diferentes propósitos como si el propio Asimov se sentara aún en el Consejo de Gobierno de la Universidad. Incluso algún malpensado llegó a opinar que los promotores de la idea pretendían que la máquina escribiese un libro como si de una obra póstuma del maestro se tratara, lo cual, unido a la curiosidad y el morbo que ello generaría, podría reportarles pingües beneficios. Pero, después de todo, aquello no tuvo una gran utilidad y hoy en día la MULTIVAC de Boston no es sino una mera curiosidad incluida en las visitas guiadas a las instalaciones de la Universidad.
  Pero yo sí tenía algunas preguntas para Asimov, o sea Multivac; bueno, da igual...A primera hora de la tarde cogí el tren s-sónico en la estación más cercana a mi casa, y me dirijí a Boston, calculando que allí sería media mañana cuando llegara. Después de un buen par de horas de viaje, llegué a la terminal de la ciudad y, sin dilación, busqué el metro de la Universidad. Una vez en el Campus, fue fácil orientarse, ya que había muchos rótulos indicando la ubicación del edificio de MultiVac. Cuando llegué ante él, unas puertas de cristal automáticas se abrieron invitándome a pasar. Me encaminé hacia el puesto de la recepcionista, una morenaza que quitaba el hipo. Muy formal, le dije:
  -Buenos días. Quisiera hablar con el Sr. Asi...Sorry...Morning. Would like to speak to Mr. Asimov.
  -You mean "speak with Mr. Asimov..."
  - Err...
  - No se ofusque, viejo. Puedo entender el castellano perfectly.
  - Ah, bien. Gracias.
  -Ahorita mismo todas las cabinas están ocupadas, pero le avisaré en el momento en que alguna quede disponible. Llene este formulario, si es tan amable, y después pase a la sala de espera.
   Así lo hice. Me senté en uno de los mullidos sillones de terciopelo rojo de la sala y me dispuse a esperar pacientemente. Pero a los pocos minutos sonó un aviso:
"Señior Juann, booth number 3 is now available to you."
Me levanté de un salto y salí de la habitación. La chica ya me estaba indicando el pasillo. Unos metros más adelante comenzaba una hilera de puertas. Cuando llegué a la número 3, la abrí y pasé al interior. No sé que esperaba encontrar exactamente cuando decidí visitar a Multivac. Quizá una enorme sala ultralimpia con una gigantesca máquina que me hablara con voz tonante. Sé que es una fantasía, pero al entrar en la cabina me sentí decepcionado: una silla, un pequeño escritorio y, delante, incrustado en la pared, un pequeño monitor a cuyos lados destacaban las rendijas de sendos altavoces. En la pantalla táctil del monitor, un recuadro intermitente me exigía que eligiera idioma. Seleccioné "Spanish" y, en seguida, una cálida voz masculina me dio la bienvenida y empezó a desgranar unas sucintas instrucciones, que al mismo tiempo aparecían escritas en la pantalla:
  -1.Haga una breve descripción del motivo y tema de su visita.
 2.Espere a que el monitor muestre luz verde.
 3.Formule una  pregunta. Si no obtiene respuesta, reformule la pregunta.
 4.Tras la respuesta, espere la luz verde.
 Repita los pasos 3 y 4 hasta llegar al límite de preguntas. Hay un límite de 5 preguntas.
Al terminar la perorata, el altavoz emitió un suave tañido musical que, supuse, me indicaba que podía empezar a hablar.
  -Sr. Asimov –comencé dubitativo-, tengo algunas ideas sobre su relato “La Clave”, de 1966, que, por cierto, es uno de mis favoritos. Creo que la solución que Vd. da en el mismo, aunque muy buena, es incompleta. Por ello, pienso que usted, intencionadamente, dejó abierta la posibilidad de especular sobre la misma y hallar una respuesta más exacta.
  El rectángulo rojo del monitor se mantuvo inmutable durante interminables segundos. Me imaginé a la máquina intentando digerir una idea tan absurda y empecé a arrepentirme de haber llegado hasta allí. Cuando empecé a mirar a uno y otro lado, presa del  nerviosismo, el rectangulito se tornó verde. Pasé, pues, a formular la primera pregunta:
  -Sr. Asimov: ¿dejó usted intencionadamente pistas en el relato “La clave” para que los lectores pudieran hallar una respuesta más completa?
  Unos segundos más tarde, una aceptable imitación de la suave y didáctica voz del maestro, hablando en español, surgió de los altavoces:
  -Vaya, por fin alguien se ha dado cuenta. Claro que sí, muchacho. Esa es la idea. Tuve que elegir entre terminar el cuento a tiempo para la publicación o desarrollarlo completamente para una ocasión posterior. Después, simplemente, lo olvidé.
  Se encendió la luz verde.
  - Gracias, Sr. Asimov. Dando por sentado que la solución al acertijo es la que se presenta en el cuento, el cráter Clavius, opino que en el mismo se dan datos para especificar más la solución, ya que lo lógico sería dirigir a una ubicación exacta y no a algo tan amplio como un cráter de más de doscientos kilómetros.
  - Correcto. Mi primera intención era dar pistas para una ubicación exacta.
  Me quedé esperando a que añadiera algo más, pero la luz verde se encendió. Decidí seguir mi guión original. Ya iba a por la tercera pregunta:
  - Gracias. También se me ha ocurrido que el acertijo estaba diseñado para alcanzar la respuesta por diferentes caminos: por ejemplo, la columna de símbolos que inicialmente los personajes interpretan como cráteres lunares, podría dar las letras para formar la palabra CLAVIUS, en la siguiente forma: A de Alphonsus, U de Uranus, etc…
  - Se equivoca en eso, muchacho. Nunca pensé en algo así. Además no se me ocurre como pudo encontrar la V o la L. Pero no me lo cuente. Seguramente será algo descabellado. Disculpe la franqueza, muchacho, pero es que aquí se oye cada cosa…
  Aquello fue un mazazo para mi autoestima, pero ya sospechaba yo que algunas de mis deducciones eran un poco forzadas.  En fin, cuarta pregunta:
  - ¿Quiere decir, por tanto, que los símbolos de la parte derecha proporcionan los datos necesarios para encontrar el lugar exacto en donde Jennings escondió el artefacto?
  -Exactamente.
  -¿Y bien…? La luz verde se había encendido. Sin darme cuenta, acababa de formular mi quinta pregunta.
  - No puedo contestar a esa pregunta. Carece de contenido.
  En la pantalla comenzaron a formarse unas letras que componían el siguiente mensaje:
LA ENTREVISTA HA TERMINADO.
   Me sentí como un estúpido. Doblemente. Por mi error y por no haber conseguido la respuesta. Sin embargo, cuando ya me levantaba para salir, se oyó de nuevo la voz del maestro:
-Bueno, muchacho, le felicito. Al menos, ha descubierto que había otra “clave” en el cuento. Aunque su interpretación es un poco ingenua. Por cierto ¿ha comprobado las coordenadas de los cráteres?

continuará
Ilustración: Olafur Eliasson. Color Square Sphere. C.A.C. Málaga. (Detalle). Foto: Juann



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3 comentarios:

  1. Uy, menos mal que al principio has aclarado que esto es ficción, porque la verdad es que al leerlo... oye, que me lo podría creer perfectamente.
    En serio, sería genial que hubiera un medio como el que te has inventado, para poder hablar con los asimovs, dickens, shakespeares... bueno, genial para nosotros, claro. Para ellos sería un tostón, seguro.

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  2. Evidentemente, se nota que todo es ficción, pero no quería dar lugar a que se pensara que existe realmente un avatar de Asimov en un ordenador de Boston, lo cual, por otra parte no es tan mala idea, como tú dices. Todo lo demás es una locura, pero te aseguro que me he divertido un montón escribiéndolo. Gracias por el com...
    Nota: Por cierto, ¿qué te ha parecido Intro XXIII? El compañero de X ya se está volviendo respondón...

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    Respuestas
    1. ¡Por las patillas de Asimov! Me acabo de dar cuenta de que me he saltado Intro XXIII ! Imperdoneibol!
      Pero pondré remedio a este desaguisado ya mismito.

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