Cuando X decidió que ya habíamos
visto suficiente de aquel planeta, volvió a activar su aparatito y, de nuevo,
nos pusimos en camino. Como en un torbellino recuerdo que visitamos diez,
veinte, quizá cien planetas en un breve lapso: Páramos desérticos y selvas
lujuriantes, rocas solitarias como islotes del espacio y valles hirvientes de
vida y progreso. Algunos, habitados por seres prácticamente iguales a nosotros,
humanos o humanoides -quizá uno de los diseños más exitosos de la evolución-,
aunque según X, no todos con la misma genealogía: por supuesto había
descendientes de primates, pero otros tenían a los reptiles como sus ancestros;
incluso otros habían evolucionado de seres acuáticos que podríamos catalogar
como peces...En otros mundos, sin embargo, la evolución había producido
especies muy diferentes a todo lo conocido por nosotros: arácnidos
inteligentes, viscosos seres reptantes que se comunicaban mediante ondas
cerebrales o bosques que funcionaban como un único organismo múltiple y que se
desplazaban lentamente colonizando planetas enteros. Los hombres de roca, las
medusas con capacidad de teletransportación, corales en relación simbiótica con
extrañas criaturas marinas...
Había planetas completamente oceánicos. Otros, rodeados de varios soles,
no conocían la noche; algunos perpetuamente cubiertos de nubes, y otros en los
que un día duraba apenas unos minutos y en los que la ecología y el ciclo de la
vida eran enloquecedoramente veloces.
Pero todo esto me enseñó varias cosas: A diferencia de lo que
profetizaron algunos -que mirándose el ombligo
exclamaban que la vida era algo tan insólito y singular, que probablemente
estaríamos solos en el Universo-, descubrí que la vida se aferra a cualquier
condicionante, a cualquier situación. Y que en la mayoría de los casos,
prospera. Y que en un alto porcentaje de esos casos evoluciona y alcanza la
inteligencia, sea en forma de bípedo primate, de cangrejo acorazado o de babosa
telépata. Aprendí también que el gran impulso para el desarrollo pleno de seres
inteligentes era la sociedad, la capacidad de convivir con los iguales,
colaborar y complementarse. Dejar atrás las inevitables luchas y conflictos de
los primitivos comienzos de toda civilización y alcanzar las cotas más altas de
un progreso tecnológico en armonía con la naturaleza.