domingo, 30 de septiembre de 2012

Un regalo para Leonardo. 2ª parte

   La biblioteca oculta de Zöor VI (2)
     
    - ...Un regalo que creo que os gustará, ya que tenemos conocimiento de vuestro interés por las  máquinas voladoras...
  - ¿Cómo decís? ¿Acaso en vuestro lejano reino habéis descubierto los secretos del vuelo? ¿Acaso disponéis de máquinas voladoras? -repuso Leonardo, presa de la excitación.
  - Os sorprenderíais, querido maestro, si supiérais hasta que punto es eso cierto. Solo os diré que, de hecho, no podríamos haber llegado hasta aquí si no fuera por nuestras máquinas voladoras.
  Leonardo no salía de su asombro. Por un momento pensó que aquellos dos estaban locos o que le estaban tomando el pelo. Pero, dado su interés en el tema, se mantuvo a la expectativa para conocer la propuesta de sus excéntricos clientes.
  - Ahora, si no os importa, nuestros sirvientes cargarán los cuadros en uno de nuestros carruajes y vos, si sois tan amable, nos acompañaréis hasta un lugar donde os haremos entrega de vuestro regalo.

   Una punzada de desconfianza asomó levemente en su pensamiento pero, al punto, una sensación de bienestar y seguridad le inundó, de modo que, cordialmente, asintió y dijo a sus interlocutores:
  - Pues bien, vamos allá. Estoy deseoso de conocer qué me tenéis preparado.
  Al momento, unos individuos encapuchados, con aspecto de monjes, a los que no pudo ver el rostro, se presentaron en la estancia. Eran muy altos y robustos, y, diligentemente, embalaron los cuadros en unas cajas de madera que traían preparadas al efecto, procediendo a continuación a transportarlos fuera de la casa.
  Al salir, Leonardo divisó dos ligeros carruajes estacionados en medio de la estrecha calle. A indicación de sus acompañantes subió al primero de ellos. Una vez acomodados, dieron orden al cochero de que emprendiera la marcha. Poco después llegaron a uno de los muelles del Gran Canale. Allí, una pequeña carabela les esperaba para acercarles a la ribera continental.
  - Disculpad, maestro, las incomodidades del viaje. Por razones obvias, que pronto entenderéis, nuestro lugar de aterriz..., perdón, quiero decir, nuestro... campamento está bastante alejado de la ciudad.
  Después de atracar en un muelle cercano a Mestre, donde les esperaban otros carruajes, continuaron su periplo por un sinuoso camino que, tras atravesar extensos campos de cultivo, se adentraba en una apartada zona de bajas colinas.
  Según transitaban por aquellos parajes, una espesa niebla comenzó a envolverles. Así rodaron durante un buen trecho hasta que, de pronto, la niebla se disipó y, al poco, el convoy se detuvo.
  Salieron de los coches y Leonardo, maravillado, no podía dar crédito a lo que estaba viendo. En medio de la hondonada que tenían delante, un enorme pájaro plateado de rígidas alas metálicas estaba detenido, en actitud rampante, apoyado en robustas patas del mismo material. A los ojos de Leonardo, aquel objeto y su postura parecían representar el momento en que el águila o el halcón inician el vuelo. Pero la escala era sobrecogedora. Aquel ser u objeto -Da Vinci no estaba seguro aún de su naturaleza- debía ser entre dos y tres veces más alto que el propio Campanile de San Marco.
  Los visitantes, conscientes del efecto producido en Leonardo, procedieron a ofrecerle una explicación:
  - Maestro, como ya habréis comprendido, nosotros no somos de este mundo. Hemos llegado aquí gracias a ese navío volador que vos creéis la representación de un pájaro. Esa nave metálica está concebida para surcar los cielos entre los astros, pues debéis saber que vuestra Tierra no es sino uno más entre los muchos mundos que pueblan el Universo. Nosotros somos investigadores de las civilizaciones que alberga el inmenso cosmos y nuestra misión aquí es la de recoger muestras de vuestro arte y cultura.
  Leonardo comprendió, en un golpe, todas las rarezas que envolvían a estos curiosos personajes. Las máscaras, los gruesos ropajes, probablemente ocultaban medios para protegerse de las condiciones ambientales de nuestro mundo, que serían distintas a las que ellos estaban acostumbrados. Su extraña forma de hablar seguramente sería producida por algún tipo de máquina que generaba las necesarias traducciones para posibilitar la comunicación con los habitantes de los lugares visitados...
  Continuaron caminando hasta acercarse al gran navío alado. Entonces Leonardo reparó en una especie de máquina que, rodeada por un intrincado andamiaje, estaba depositada bajo aquel. Uno de sus acompañantes continuó la perorata:
  - Y este es vuestro regalo. Se trata de una cápsula espacial. Es un vehículo concebido para volar por el espacio alrededor de la Tierra. Dentro de unos quinientos años, posiblemente, vuestra civilización esté preparada para construirlos..
   Leonardo observó la cápsula. Tenía la forma aproximada de una campana, cuya base hubiera sido sellada con una especie de redondo escudo convexo. Tenía un brillante color cobrizo y se hallaba erizada de protuberancias y antenas. Cerca de la base se adivinaba una especie de portezuela o escotilla, pero tan bien integrada en la estructura que apenas se notaban las rendijas. La cápsula se hallaba en posición horizontal descansando en su soporte, y Leonardo, caminando a su alrededor, pudo ver ahora que en su parte frontal disponía de un morro prominente y, tras este, en el cuerpo principal, una gran ventana elíptica, flanqueada por otras circulares, más pequeñas. Además, alrededor de la base sobresalían una especie de aletas a cuyos lados se fijaban unos macizos tubos rematados por unas aberturas también de forma acampanada.
  -Ahora os mostraremos el interior -dijo uno de los señores-.
  Subió a una escalerilla que daba acceso a un entarimado que rodeaba convenientemente el vehículo. Desde allí abrió la portezuela e indicó a Leonardo que se asomara. Este, desconfiado, introdujo la cabeza para mirar y, al punto, una sonrisa de admiración se dibujó en su rostro. Como si se tratara de la alcoba o el gabinete de un noble señor, el interor de la cápsula estaba confortablemente acondicionado: paredes acolchadas con un tapizado que parecía cuero, pero de un color muy claro, casi blanco. Unas luminarias ocultas en las esquinas dotaban de una agradable iluminación al cubículo. En el centro, un gran sillón, casi una litera, igualmente acolchado, daba una sensación de gran comodidad. Delante se encontraban las ventanas que antes viera desde el exterior y, bajo estas, una especie de mesa en la que proliferaban unos bulbos o botones de colores y lo que parecían  unas pequeñas ventanitas o espejos de vidrio.
  Cuando Leonardo fue consciente de la finalidad de todo aquello y se imaginó a sí mismo enclaustrado en aquella nave volando por los cielos, fue presa del miedo. Un sudor frío empezó a surcar su frente.
  - ¡No viajaré en ese ingenio diabólico! No creo que sea posible que vuele realmente. Pretendéis engañarme.
  

4 comentarios:

  1. Qué bonito y qué emocionante.
    Me encanta la atmósfera del cuento, y la variedad de sensaciones que experimenta el pobre Leonardo, pasando de la extrañeza a la emoción, de la incredulidad a la admiración, al recelo, al miedo...
    ¡Y queda más cuento, qué bien!

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  2. Sí, la verdad es que esto iba a ser un pequeño relato con la intención de resultar más o menos epatante. Para conseguir el efecto, nada más fácil que la fórmula del anacronismo extremo: imaginé a un humanista como Leonardo, ser inteligente y adelantado a su época, en una situación de tecnología actual, como son los viajes espaciales a la órbita terrestre. Ya digo, un simple episodio sorprendente o chocante. Pero cuando me puse a redactar la historia me di cuenta de que para darle cierto fundamento y ambientarla correctamente había que trabajar un poco los detalles... Así que ya va por la tercera parte. Creo que será la última...¿? Me alegra que te parezca bonito y emocionante y de que te guste la "atmósfera del cuento". ¿He conseguido crear una "atmósfera" en el cuento? Genial!! Muchas gracias :D

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  3. Sigo con interés que hará Leonardo, y me figuro su cara de sorpresa, estoy en ascuas...

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    1. A mí me pasa igual. No sé como va a acabar esto... menudo embrollo. Pero, bueno, parece interesante ¿no?
      Gracias por el interés. Y por los comentarios. Hasta pronto.

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