domingo, 17 de junio de 2012

Relatos de las colonias. Nimbus. Parte XII

  ¿Es infinito el universo?, ¿se expande o se contrae?, ¿hay un sólo universo o muchos?, ¿hay una sucesión infinita de universos finitos? ¿Coexisten en el mismo tiempo y en el mismo lugar universos paralelos que se encuentran en dimensiones diferentes? ¿Cómo se da el salto de una dimensión a otra?
  Puede que el Universo que conocemos sea finito dentro de una sucesión infinita de universos finitos y paralelos. Si el Universo es finito no se expandirá infinitamente, y al llegar al máximo de tensión, comenzará a contraerse. Puede que una vez llegado al límite de condensación, vuelva a comenzar a expandirse y así infinitamente. Con lo cual el universo puede ser finito en la dimensión espacial e infinito en la dimensión temporal. Mientras tanto, el resto de universos finitos y paralelos a este, seguirían el mismo proceso.
  ¿Nos visitarían incidentalmente seres de otros universos?, ¿o lo harían de forma sistemática? En el primer caso, serían meras intromisiones no exentas de interés. En el segundo, se daría lugar a una complicada urdimbre de influencias y tensiones, que harían peligrar el delicado equilibrio de tan vasto y complicado sistema.
  ¿Habría, pues, vigilantes que, a modo de guardias fronterizos, impidieran el tránsito entre dimensiones para preservar la libre autodeterminación de cada universo?, ¿para evitar en ellos injerencias externas o ambiciosos planes de conquista? Es más, si cada universo se expande y se contrae infinitamente, como en prolongados latidos, ¿no sería necesaria la presencia de una especie de gigantesco corazón que gobernara ese pulso?
  ¿Habría, por tanto, en el universo, seres de orden superior al humano, a medio camino entre la vida consciente y la potencia de los astros?

*  *  *  *  *

  La hiperconciencia tenía el poder. El poder de gobernar el universo. El poder de crear y destruir. Con su impulso insuflaba nuevas energías a la expansión del cosmos. Cuando la matería se hallaba tan expandida y dispersa que su energía era casi inexistente, la convocaba de nuevo a su presencia, condensándola bajo inimaginables presiones, amasándola entre sus poderosas garras, acrisolándola y enriqueciéndola. En determinado momento, ese diminuto universo constreñido, en proceso de gestación, rodeado de vacío, estallaba con inconmensurable fiereza y comenzaba de nuevo su expansión. Y en su centro sólo quedaban unas fauces ahítas en espera de una nueva sístole devoradora.
   La hiperconciencia, boca, ombligo y músculo del universo, acrecentaba su poder con cada ciclo. Cada vez que engullía el universo y antes de volver a regurgitarlo, guardaba algo para sí. Y en el vacío que debía quedar en el ombligo del mundo, había, sin embargo, tras el paso de las eras, un compacto conglomerado de energía y materia.
  Algún conspicuo viajero del espacio, perteneciente a quién sabe que ignota estirpe, atravesando la senectud de su ciclo, pero en pleno vigor cognoscitivo, habría arribado en su periplo a ese punto. Lo conquistó o fue conquistado. Unieron sus fuerzas, la inteligencia y la energía, dando lugar a un nuevo e híbrido ser que, sujeto a las tensiones de poderíos contrapuestos, oscilaría entre lo elevado y lo profundo, enloqueciendo, a la larga, víctima de sus internos conflictos.
  En su evolución pasó de la indiferencia, pues era inconmovible, a la bondad, cuando alcanzó a comprender la grandeza de su tarea. Y más tarde, al egocentrismo más desbocado, cuando cobró conciencia de su superioridad sobre todo lo existente.
  Y descubrió que ya no estaba limitado por su secular tarea. Podía extender sus tentáculos de poder y dominar el universo. Podía generar proyecciones de sí mismo que enviaba a recorrer el universo. Agentes de destrucción que se enquistaban en el organismo enfermo del cosmos y propagaban el caos.
CONTINUARÁ




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