martes, 8 de mayo de 2012

De fulgurar triste la ciudad (V parte)


 - Narg Rodamit –bramó la Máquina en la espaciosa sala. Has sido convocado a mi presencia porque ahora deberás restituir a la ciudad una parte de los dones que te han sido dados. La acumulación de esencia en tu cuerpo es ya la mayor concentración conocida que jamás haya existido. Has alcanzado el nivel crítico. Durante años te ha sido administrada para mantenerte vivo y sano por encima del más optimista cálculo de esperanza de vida. Pero además, tu cuerpo ha sido estudiado discretamente por mi red de servidores electrónicos. Y ha llegado el momento.
 Rodamit boqueaba confuso. Por primera vez en su vida el Gran Timador se sentía timado.
 - Entonces, ¡solo he sido el sujeto de un experimento!
 - En parte, sí. Pero tu premio ha sido grande. ¿Cuántos años tienes? ¿Ciento quince?, ¿Ciento dieciséis? Ahora deberás rendir los frutos del proyecto. Probablemente tu cuerpo tiene ahora la clave de la curación de esta sociedad podrida y enferma por los errores que los humanos cometisteis. En el futuro no habrá que depender de la producción de unos cuantos infelices, que además van escaseando con el paso de los años.
 - ¿Qué vais a hacer, tú y tus malditos servidores electrónicos? ¿Abrirme en canal?
 - No será necesario. Deberás engendrar un hijo.

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Rumores de otras tierras habitadas. Quizá ilusiones. Quizá el delirio de almas atormentadas que llegaron a la ciudad tras un periplo de amargura y desesperanza, recorriendo cientos de kilómetros entre la niebla y el horror, famélicos y enfermos. Quizá vieran a su paso los cadáveres marchitos de otrora populosas urbes. Quizá en su imaginación enfermiza forjaron el espejismo de hallarlas habitadas. Luego contaron a alguien sus desvaríos. De ahí nacería la leyenda. Pero hoy, la crónica oficial del mundo, la ciudad, la ciudad-mundo, constreñía todo horizonte al de la propia ciudad, polis mastodóntica que resumía en su entramado grasiento y herrumbroso a toda la civilización superviviente del holocausto, que compendiaba en sus calles y edificios todo lo que quedaba de lo que una vez fuera el orbe efervescente de vida y muerte.
Pero ya no puedo dejar de pensar en ello: ¿Y si existe otra ciudad?
CONTINUARÁ





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