martes, 8 de mayo de 2012

El instante dormido

   

La suave melodía que acompañaba aquellos idílicos momentos de antaño, en que la vida era fácil y placentera, se torna ahora ominosa sinfonía que fustiga el pensamiento. Poco a poco, el oído se acostumbra al avasallador estoque de la hiriente música, pero el cerebro, torturado y confuso, clama por un poco de silencio. Latiendo con más fuerza cada vez, sin embargo, el sonido aumenta hasta alcanzar límites dolorosos. Anuncio de la previsible derrota. El desenfrenado ritmo de la ocupación, al que ninguna de las víctimas alcanza a acompasarse, sea siquiera para huir, para ocultarse, para simplemente respirar, aún, un poco de aire fresco, precede al inapelable estallido. Destrucción, muerte, derroche de materia humana, cascarones vacíos que un momento antes albergaban ilusiones y esperanzas. Y ahora nada. Las máquinas del monstruoso ejército ocupador pisotean y arrollan sin compasión toda esa carne muerta que yace a sus pies, todos esos sentimientos impotentes, embarrancados en los lodos de la humillación. El dolor, la desesperación, la impotencia se entremezclan en la sórdida penumbra que lo va tragando todo.
  Ahora, destruido y quemado, arrasado ese universo de nuestras fantasías, ¿cómo recoger la materia dispersa que, latente, cubrirá el suelo durante eones de vegetante esperanza? Renace, pues, el héroe, creador de milagros, premio a la fecundidad, encomios varios; ahora que ya nadie puede recordarle su falacia, su vergüenza, ¿cobardía o traición? Su milagro, desescombrar un pueblo; su bandera, inmaculada, indiferente al río de sangre que fluye por su lado; su historia, ¿el honor?...
  Esto es lo que nos espera. Casi no queda tiempo ya para recordar aquellas cobrizas puestas de sol, en esa suave e idílica melodía, durante el inerte verano donde el tiempo deja de transcurrir, para detenernos arrobados a contemplar como saltan chispas de plata  en el azogado espejo de estáticos rumores. Ella se acercó y leyó unos versos para mí incomprensibles, con apremiante solicitud. Más tarde comprendí su significado. En el momento en que mi mente empezaba a concebir una explicación, los pescadillos de plata retomaron su saltona danza y el cañaveral se agitó un poco, quizá por la brisa, quizá por obra de algún ignorado visitante que acechara sin ser visto.
 Alguien más había allí, como descubrí más tarde, leyendo unos versos míos, con el ceño fruncido. Él no comprendía nada. Empecé a explicar la idea que se me acababa de ocurrir, y en ese momento presentí el sonido que se me acercaba por la espalda e, inusitadamente, todo el decorado: plata, cobre, versos, cañas, desaparece, se volatiliza en un instante. Con la conciencia de la rota armonía, me retiro.
  Porque los pasos de plomo, el sonido de plomo de los pasos y -otra vez- las militares trompetas resuenan, vienen a estrellarse cual rompiente tempestuoso en mis torturados oídos. La realidad, cobrando una tangibilidad avasalladora, teñida de súbito de una ineludible vigencia, me estremece, me impele al ojo tragador de la vorágine. Se ve todo rojo. Han llegado.
  Se produce la violenta ruptura. El quebrarse de algo sometido a terrible presión. Algo ha huido de nosotros, postrados ya por siempre e inútiles. El avecilla vuela desde ahora, aunque desorientada, libremente. Atraviesa un cielo gris jalonado de explosiones y huye en pos de otros parajes. Encuentra pronto, alejándose del campo de batalla, una apreciable luminosidad que quizá le guíe, quizá le traicione:
  "Cobrizos cañaverales que van alojando un sol en su regazo, arrullados por la suave, idílica melodía vespertina. Y saltonas chispas de plata quiebran la lisura perfecta del azogue. Y ella acercándose cada vez más, prometedoramente. El paisaje, por fin, se configura felizmente a nuestro alrededor. Llega el momento de entregarse y descansar, y olvidar los fantasmas que nos acosaron".
  Sin embargo, alguien más había allí, en quien yo no había reparado; con el ceño fruncido, presentí el sonido que me acechaba por la espalda. Con la conciencia de la rota armonía...

Ilustración: Juann. Realizada con Artweaver 0.5  


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3 comentarios:

  1. Menudo ejercicio léxico-semántico-poético.
    Espeso como ese "cielo gris jalonado de explosiones". Y yo que estoy espesa de antemano...

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  2. Este texto, aunque modificado recientemente, data de hace unos 30 años, cuando empezaba a escribir cosillas que habitualmente estaban inspiradas en lo que leía. Recuerdo mis lecturas de Joyce y los surrealistas franceses -eso sí que era un ejercicio- .Luego tamizado con algunas ideas y "comidas de coco" propias, formaba un batiburrillo infumable. En fin, que ahí queda eso. Pero lo he recuperado porque siempre sientes cierto cariño por las cosas que te recuerdan la época de juventud.

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  3. Eso te pasa por haber sido siempre tan culto e ilustrado.
    PD: Me alegro de que tengas esas cosas guardadas.

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