martes, 29 de mayo de 2012

Intro IX

  Un día me armé de valor y le lancé una pregunta que llevaba rumiando desde tiempo atrás:
  - Permíteme una pregunta un tanto embarazosa: ¿Vosotros no habéis tenido guerras, atentados y esas cosas?
  - Pero, ¿qué me dices? Eso son cosas de mundos bárbaros, como el vuestro. 
  - Ya, pero, ¿en épocas pasadas de vuestra historia tampoco las habéis sufrido?
  - Verás, es una cuestión de evolución:
  La inteligencia surge normalmente como un arma para vencer a tus rivales en el entorno. Los animales poderosos tienen garras y buena dentadura, otros se defienden con cuernos, o son capaces de disfrazarse para pasar desapercibidos. Otros pueden huir con rapidez o esconderse con eficacia. Pero siempre hay alguna especie que no tiene nada de esto. Es decir, no están especializados. Pero normalmente, la falta de especialización implica cierta versatilidad. O sea, no eres especialista en nada, pero tienes posibilidades de desarrollar ciertas cualidades. Vuestra especie es un ejemplo:  No sois muy rápidos, pero podéis trepar. No es vuestro fuerte pasar desapercibidos, pero podéis erguiros para ver con tiempo a vuestro enemigo; no tenéis una vista muy aguda, pero es estereoscópica. Comprenderás que hay una serie de pequeñas ventajas evolutivas, que, unidas, dan pie a formar ciertos embriones de pensamiento, lo que podríamos llamar protoideas. No es verdadera inteligencia ni abstracción, pero comparándolo con una mente animal, es algo rayano en la genialidad. Bueno, pues ese es el principio de la  inteligencia en los que fueron vuestros predecesores. Hay varios conceptos importantes que hay que tener en cuenta llegados a este punto, como son la agresividad retroalimentada y la noción de tiempo. Empecemos por esta última: el animal no tiene noción del tiempo como una magnitud inmediata, es decir, nota los grandes periodos  de tiempo, como el día y la noche o el tiempo que dura una tormenta, durante el cual tiene que guarecerse y esperar. Pero si  eres un ser protointeligente como tus antepasados homínidos, sí empiezas a tener una noción de tiempo: Te yergues sobre la sabana y ves el depredador que corre hacia ti. Al cabo de varios encuentros de este tipo, llegas a ser consciente de que la distancia, y, por tanto, el tiempo que tarda en recorrerse esa distancia, son parámetros que puedes manejar en tu beneficio. Es decir, una posibilidad de salvarte. En el caso contrario, cuando tú eres el depredador, necesitas usar la fuerza para conseguir alimento. Después descubres que esa fuerza acompañada de violencia es mucho más efectiva para conseguir tu objetivo. Al final acabas acostumbrándote a la violencia y la usas para resolver cualquier situación. Incluso tu mente llega a aceptarla como algo bueno para conseguir tus objetivos. O sea, lo dicho: violencia retroalimentada.  Ese es el punto de inflexión donde el progreso evolutivo de la formación de la inteligencia toma el camino equivocado y provoca que el siguiente eslabón sea un ser agresivo y que disfruta con la violencia. Eso es lo que os pasó a vosotros. En el resto del universo lo normal es lo contrario: Cuando el ser preinteligente que aprende a usar la violencia para sobrevivir, continúa evolucionando, pues ha tenido éxito, empieza a establecer otro tipo de soluciones para resolver sus necesidades, utilizando la inteligencia de forma creativa, en lugar de destructiva, colaborando con sus iguales, en lugar de entablar disputas, negociando en lugar de pelear...
- Ya -dije pensativo-. Siempre lo he pensado. Pero parece una utopía...
- No creas. Os han educado en la creencia de que toda la maldad que existe en vuestro mundo es algo inevitable. Pero no es cierto. Al menos un millón de mundos de vuestra propia galaxia son la prueba de ello.

CONTINUARÁ



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domingo, 27 de mayo de 2012

Relatos de la colonias. Nimbus (X parte)

IX 

El impulso energético que contenía la información salió lanzado al espacio, despedido entre los soles, recorriendo en horas los años luz. La comunicación, miles de veces más veloz que las ondas de radio, más eficaz que cualquier emisión electromagnética, representaba el primer logro del hombre en su lucha por vencer la barrera de la relatividad.
  Sobrevolando los abismos, sorteando las interferencias gravitacionales, superando el desaliento de los páramos del vacío interestelar, recorrió en solo algunos días distancias que la luz no podía cubrir sino en decenas de años.
  Las llamadas ondas EET (extra espacio temporales) eran el único medio de comunicación -aparte los lentos viajes espaciales, a velocidad cercana a la de la luz, de las astronaves- adecuado para unir los nuevos mundos colonizados con el planeta madre. Pero para lanzar uno solo de esos mensajes se requería un gasto energético equivalente a la producción anual de una colonia media. Ello hacía que este sistema se utilizara solo en casos de extrema necesidad, quedando las colonias, durante la mayor parte del tiempo, en una situación de verdadera  independencia con respecto a la metrópoli. O, más bien, abandonadas a sus propios recursos.
  Cuando, al cabo de unos días, el comunicado llegara al cinturón de satélites receptores en torno a la Tierra, estos se encargarían de reenviarlo a los ordenadores del Centro de Gestión Exterior, que no tardarían en ir haciendo saltar todas las alarmas que jalonaban el amplio e intrincado organigrama de dicha institución. En cuestión de minutos, todos los miembros ejecutivos del Organismo quedarían avisados y se les habría facilitado copia -en el soporte elegido- del contenido del mensaje. Y, estuvieran donde estuvieran, tendrían un plazo máximo de una hora para presentarse en el Salón de Asambleas de su sede central. 
  Y ninguno faltaría. Otra cosa es que pudieran hacer algo al respecto, aparte de darse por enterados del problema.

X

  Procedentes de un mundo agotado y dividido, habían aunado sus fuerzas para dar el siguiente paso en la escala de la existencia. Fletaron arcaicas naves que dirigieron hacia los mundos que la avanzada de servidores robóticos habían evaluado como idóneos para su supervivencia. Hacinados en el reducido espacio de sus navíos, pequeñas legiones de colonos, excedentes de población a los que no quedaba otra alternativa que salir en busca de nuevos horizontes o seguir malviviendo en la miseria que les proporcionaba su mundo, viajaron durante largos años para encontrarse con la esperanza.
  No hallaron paraísos ni tierras de promisión. Bajo duras condiciones, tenían que construir su futuro, adaptando las nuevas tierras a sus necesidades. Tuvieron que recorrer desde el principio, mediatizados por sus carencias materiales, el camino del progreso. En algunos lugares tuvieron más fortuna que en otros. Algunos llegaron pronto a elevadas cotas de desarrollo, ayudados por unas condiciones benignas. Otros quedaron estancados, atrapados por problemas de adaptación, una veces, de índole social, otras. Algunos fracasaron. Y, por último, otros tuvieron que enfrentarse a lo desconocido.

continuará


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sábado, 19 de mayo de 2012

Alguien que hay al otro lado

  Ya está toda la habitación revuelta. Como guarida de inquieta bestia, que deambula royendo su propia insatisfacción, su deseo de libertad, su rabia contenida. Como antro de intangibles sueños que estallan en una luz demasiado grande para ser contenida en esas cuatro mezquinas paredes. Esa bestia soy yo, mis sueños y yo, encerrados en la ignominia de esta celda de la que intento evadirme por medio de las pobres líneas que pergeño con torpeza, que como puñaladas asesto al inocente papel, que trazo a la par que dejo escapar de mis manos la vida, sucumbiendo poco a poco a la nada, al pasmo de la falta de esperanza.
  Las cuartillas que escaparon a la papelera yacen por los suelos o simplemente estan abandonadas sobre la mesa, sumidas en la indiferencia. La exigua luz de la lamparilla da una tétrica, aunque intimista visión de la escena. Rumorean en un rincón -notas entrelazadas en la travesía leve del humo de los cigarrillos- unas danzas arrulladoras.
  La noche de los soles lejanos envuelve estos inabordables momentos, irrecuperables instantes por los que se desangra el gran caballero del tiempo, ese viajero invisible de quedas palabras y suaves movimientos, que avanza imperceptible, pero desbocadamente ciego, huyendo hacia delante, tragando sin saborear las mieles del momento. Y a pesar de los esfuerzos, la innegable realidad, con paso firme, regresa, a despejar los ensueños, a imponer con sus duros puños, la autoridad de lo real, lo siniestro.
  Y tantas cosas, guardadas tanto tiempo, a punto de estallar, a punto de alcanzar el clímax de lo inaudito, de lo reservado, del secreto de una vida que, como hilo conductor, nos suspende a salvo de abismos y avernos, hasta que la torpeza lo hace deslizar de nuestros labios, cortando súbitamente el cable que nos sostenía, que era, al fin y al cabo, la razón de ser de esa existencia. Nos precipitamos, pues, indolentes, hacia el fondo de la oquedad en que quedaremos instalados sin pena ni gloria para el resto de los tiempos.
  Pero no quiero ahora músicas, no quiero flaquear. A pesar de todo seguimos, como siempre, en esa senda abrupta que recoge nuestros pasos, que borra el rastro para que no podamos encontrar el camino de vuelta. ¿Pero es que acaso es necesario volver?
  La música, sí, nos lleva, cual ígneo carruaje celestial, produciendo la ingravidez del sentimiento, esa sensación de no sentirse atado a nada de lo terreno, de flotar insensible en los espacios de lo sensorial. Y nos dejamos arrastar por crípticos poemas que dejan solo entrever un atisbo de nuestro ser, de lo que celosamente ocultamos en un avergonzado anhelo de defensa de lo íntimo. Pero, ¿por qué no expresarlo todo de una vez? Sin melancolía, sin perder ese certero afán de antaño cuando todo tenía su nombre, haciendo abstracción de todas las soledades y congojas acumuladas a lo largo de nuestra vida. Hay que aprovechar cada minuto, extraer de ellos cada bocanada de vida. Cada suspiro constituye un latido  pleno que nos devuelve a la realidad setenta veces por minuto. Pero se puede, en ese breve lapso entre latidos, entrever, cada vez con más fuerza, esa otra salida, el sendero paralelo -y sin embargo divergente- y escuchar esa otra melodía, que abre la puerta de la habitación oscura donde quedan guardados los símbolos de vuestros fracasos, relegados, ocultos a la maligna curiosidad de otros. Esos cadáveres que coleccionamos a lo largo de nuestra vida. Toda esa gente que pudo ser y no fue. Que estuvo a nuestro lado, pero que siguió otro camino, que nos dejaron a su paso o fueron dejados al nuestro. Es más, también yo soy un cadáver en el pensamiento de aquellos con  los que una vez compartí algo, un pensamiento, una sonrisa, pero para los que ya solo soy un borroso recuerdo en algún apartado recodo de la memoria.
  Pero entrar, revolverlo todo, rescatar algunos de esos irreconocibles pecios del océano del olvido y quizá ver, con asombro, todo lo que pueden enseñarnos. Y contemplar aterrados todas las iniquidades cometidas y el falso pudor tras el que ocultamos nuestro secular sentimiento de culpa.
  Hay que atreverse, arriesgar un vistazo a través de esa puertecilla que allí, medio oculta en la penumbra del rincón, espera a que una manos temblorosas desfloren su secreto.
  Y allí, tendido de bruces, atisbando a través de esa puertecilla, te esfuerzas por descubrir algo, un detalle que te pueda indicar cómo salir del atolladero. Tu mirada tropieza con algo increíble: hay alguien allí, al otro lado. Sí, hay alguien y también te ha visto a tí. Gesticula, intenta hacer señas, parece que grita, pero es inútil...Prisionero de otra celda de la misma cárcel, o quizá de otra carcel a años luz de distancia, qué más da, igual de inalcanzable. Compañero de cautiverio en otra dimensión, al otro lado de un muro infranqueable. El muro de la incomprensión, la ignorancia, el egoísmo, la intolerancia...El sol, mientras tanto, se ha hundido tras los barrotes del ventanuco y ahora apenas se ve. Desesperado te levantas, intentas calibrar el muro que te separa de alguien que hay al otro lado. Pobre iluso: ni en cien vidas serías capaz de derribarlo.
  Gritas, vuelves a mirar por la puertecita y tienes otro vislumbre de tu semejante, pero el túnel se va oscureciendo. Las lágrimas -tu cara descompuesta en un lamentable gesto de consternación- te ciegan.
  De nuevo, nada se puede hacer. Nos confesamos impotentes para cambiar tan siquiera un instante de la asumida rutina, para aprovechar un mínimo descuido de la fatalidad y crear un nuevo bosque de sensaciones donde las espinosas ramas  no interrumpan el avance, al principio tímido, de la nueva era.
  La represión es absoluta, sin embargo; La sangre se ve impelida a circular por los mismos pasillos siempre, como órbitas de desesperación alrededor de un deseo de vida condensado en la rutina insaciable de la supervivencia; el corazón, ese sol interno, centro, motor y tirano de su destino, músculo irreflexivo, poderoso autómata, la obliga al constante movimiento. ¿No es la inteligencia producto de la lucha contra las circunstancias adversas? Se entabla, pues, una dialéctica en la cual no puede haber represión sin lucha, ni lucha sin represión. Lucha que no es sino voluntad de adaptación, sumisión y obediencia a los dictados de la realidad, al imperio de lo concreto.
 Se van incrementando las cantidades de adrenalina empleadas para sofocar la lucha con mayor represión y para oponer a esta una lucha aún más encarnizada. Condenados, ante tal perspectiva, a recorrer infinitamente este círculo vicioso, nos aprestamos, por un lado, a la resignación; por otro, a la locura.
  En ese momento llega el escritor, ya con dolor de cabeza, ante este pretencioso monólogo de títere, y, asestando un golpe mortífero, acaba con sus fantasmas. Y al propio tiempo acaba con él mismo. Los personajes, ya libres, cobran vida y toman conciencia de su papel. La repudiada obra, producto de una mente enfermiza, pasa a tener vida propia. El autor ya no tiene control sobre ella. Ha escapado de sus manos. Ahí empieza otra novela. 
  No podemos, aunque tiremos las cuartillas al cesto, aunque rasguemos el escrito, destruir ese drama que ha comenzado, no podemos ya detenerlo. Y poco a poco nos va devorando, nos hace su presa... y el ciclo vuelve a empezar.

  Y tú sigues ahí, tendido de bruces, aguzando la mirada,esperando que amanezca para ver, de nuevo, a alguien que hay al otro lado.


Relacionados:
1. El instante dormido.
3. Heroica mediocridad. 

Relatos de las colonias. Nimbus (IX parte).

VII

El estruendo comenzó de pronto, sin previo aviso, y se mantuvo como un volcánico mugido durante algunos segundos. La gente, sorprendida, salió a las calles y todos vieron como el cielo se tiñó de un color dorado que se propagaba desde el horizonte como un reguero de pólvora. Los más lúcidos comprendieron que aquello había sido algún tipo de explosión y esto, su onda expansiva. Aunque ambas eran, en cualquier caso, de un género desconocido. Ante la atónita mirada de la multitud que contemplaba la escena, el cielo sobre la pequeña ciudad comenzó a girar como un remolino produciendo un vórtice invertido que generaba desde su centro otros remolinos más pequeños. Estos divergían hacia el perímetro de la masa rodante y, en su recorrido, se condensaban en glóbulos de materia incandescente que ganaban velocidad y salían despedidos del conjunto, como proyectiles de una honda. Parecían rodar hacia el borde del mundo y, al final, estallaban en una lluvia de fuego que iluminaba las lejanas montañas como en un relámpago miles de veces más potente que el de cualquier tormenta. Mientras tanto, el remolino había ido perdiendo fuerza, girando cada vez más lentamente y ascendiendo, atravesando y sobrepasando la capa de nubes, pareciendo perderse en el espacio. El aire había quedado impregnado de un calor y una sequedad espesa que lo hacían difícilmente respirable. Poco después, las esferas ígneas aparecieron de nuevo.
  Ahora caían directamente desde el cenit, pareciendo querer tragarse a los que observaban. Caían vertiginosamente procediendo de una altura impresionante y, poco antes de llegar al suelo, estallaban propagando una especie de plasma ardiente que dejaba el cielo jalonado de gigantescas aureolas. Todo quedó envuelto en llamas. Los gases, asfixiantes, barrían el suelo. la gente, presa del pánico, corría en todas direcciones por entre las edificaciones que se desmoronaban y quedaban reducidas a escombros. En medio de la confusión y el  horror, surgieron unos finos haces de luz azulada que relampagueaban en todas direciones dando una iluminación espectral a la escena y tejiendo un entramado de luces y sombras por toda la ciudad. Ahora, un viento caliente barría las calles asolándolo todo a su paso. Las estructuras que aún quedaban en pie se cimbreaban ante su embate. La tierra, el pavimento, el asfalto, eran arrancados y levantados por los aires. Un sonido atronador descendió sobre el páramo que minutos antes había sido la ciudad. Todo acabó tan súbitamente como había empezado. Ahora solo el silencio poblaba la llanura.

VIII

Y quedaron anclados a ese mundo, a esa isla que los acogió tras su naufragio; que benignamente los acomodó para pasar el crepúsculo de su existencia. Ya no eran el poderoso pueblo que conquistó el universo durante la juventud de su raza. Ni eran el sereno ejército de entes vagabundos en que se convirtieron en la madurez, y que recorría el infinito bajo el estandarte de la paz y el conocimiento. Ahora la vejez, la decrepitud y la debilidad habían llegado definitivamente. Ahora eran solo un grupo de eremitas encadenados a este pequeño mundo, al que fueron arrojados desde su dimensión espaciotemporal por la tormenta de un horrible poder supraestelar; dispersos por la faz de un planeta cuyos horizontes eran ahora los suyos, despojados ya de la capacidad de elevar sus vaporosos cuerpos a los confines del universo como antaño hicieran; sin posibilidad de escapar de lo que para ellos era la mezquindad de poseer un solo mundo, desesperados y melancólicos ante la condena de la inmovilidad, y sin fuerzas para reconstruir su pasado.
  Pero no estarían solos mucho tiempo. Algunos millones de años más tarde, otra raza de conquistadores, aunque desmedidamente primitivos y pobres, arribaron a ese planeta dando lo que se podría describir como un irrisorio salto desde su mundo de origen.

continuará



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Comentarios. 2001,odisea espacial. IV. Esas diferencias.

El punto L1 (Lagrange) y el Ojo de Japeto.

Cualquiera que se haya interesado en el universo 2001, se habrá percatado de las diferencias existentes entre la película y la novela que, aplicadamente, Clarke fue escribiendo a la par que se realizaba la película. Y, como implícitamente prometíamos en una entrada anterior, vamos a ir hablando de algunas de esas diferencias. Para mí, la más llamativa es el extremo cambio de ubicación de la secuencia culminante de la historia. Naderías, solo unos 600 millones de kilómetros más acá o más allá, o, si se prefiere 4 y pico U.A. Y aquí viene la explicación del enigmático título que precede a estas líneas:
En el film, Kubrick situó el monolito grande orbitando en el espacio alrededor de Júpiter. Según información posterior, cabe deducir que  se encontraba entre Júpiter y la órbita de Io, uno de sus satélites. Y, más concretamente, en el punto L1 o Lagrange 1. Para los no muy versados en ciencias astronómicas o en ciencias en general, como yo mismo, será conveniente explicar que los puntos de Lagrange son lugares en que se equilibran las fuerzas gravitatorias entre dos astros, con el efecto de que un objeto pequeño en comparación con aquellos podría permanecer en una posición estacionaria con respecto a los mismos, de manera que siempre fuera fácil localizarlo para, por ejemplo, establecer una cita orbital. Y esa pudiera muy bien ser la razón por la que los constructores del monolito lo situaron allí. De paso, mencionemos que Lagrange, Joseph Louis de Lagrange, fue un erudito que vivió entre los siglos XVIII y XIX,  y que hizo importantes contribuciones a la astronomía y a las matemáticas.
 Por supuesto que todo eso de las órbitas y el L1, etc., no se explica en la película. De hecho, se explica mucho tiempo después en la novela y posterior adaptación cinematográfica 2010, odisea dos. (Pero bueno, dirán los amables lectores, ¿no habíamos quedado en que Clarke situó en su obra al monolito en otra ubicación? Sí, y ahí está lo interesante. Clarke reconoció que para escribir una continuación de 2001..., debería basarse en la película, que había tenido mucho más eco que la novela. Y ahí quedó esa pequeña contradicción. De todas formas, es bueno que ocurran estas cosas. Son curiosidades interesantes sobre las que escribir).
Bueno, pues ya tenemos situado al monolito grande en el L1 entre Júpiter e Io, y al esforzado Dave Bowman yendo a su encuentro en su redondeada cápsula. Pero, ¿dónde estaba el monolito de la novela? Pues eso, en el Ojo de Japeto, si ya lo dice el título.
Japeto o Jápeto es uno de los satélites de Saturno. Desde que Cassini lo descubrió en 1671, ya se observó algo curioso.Y  es que durante parte de su órbita desaparecía, para al cabo de un tiempo volver a aparecer.
La explicación que se halló posteriormente era la de que uno de sus hemisferios, debido a los materiales que lo forman, es muy oscuro y apenas refleja la luz, siendo el otro muy brillante. Clarke dramatiza sobre este extremo postulando que la cara brillante tiene cierta forma de óvalo, adjudicándole la apariencia de un ojo. Un ojo que, en su centro, como minúscula pupila, aloja el gran monolito, que no es minúsculo en absoluto, pero sí en comparación con el satélite.
Por tanto, el paciente Bowman, vuelve a coger su cápsula y se dirije al satélite para investigar el gran monolito, al que llama "el hermano mayor de T.M.A. 1".
El resto ya se lo imaginan: cuando la cápsula pasa por encima del monolito, este parace abrirse por la parte superior convirtiéndose en una especie de túnel sin fin y es cuando Bowman dice lo que para los controladores de la misión son, oficialmente, sus últimas palabras, pues, a continuación, se pierde el contacto: 
- ¡Dios mío...está lleno de estrellas! 
Y ahí comienza su psicodélico viaje que acaba en una contemporánea suite de hotel, aunque en la película lo que aparece es una habitación decorada al estilo Luis XVI con una fantasmagórica iluminación inferior. Pero eso ya es otra historia.

GLOSARIO:
Puntos de Lagrange: En un sistema entre dos astros, por ejemplo la Tierra y la Luna, hay cinco puntos de Lagrange nombrados L1 a L5. Como queda dicho, el equilibrio de fuerzas gravitacionales hace que un objeto situado en dichos puntos permanezca aparentemente estacionario.
U.A. Unidad Astronómica: Equivale a la distancia entre la Tierra y el Sol, es decir unos 150 millones de km. y es utilizada para mediciones astronómicas en las que el km. se queda pequeño.
Cassini: Giovanni Cassini, astrónomo genovés nacido en 1625 cuyos logros incluyen entre otros, el descubrimiento de  algunos satélites de Saturno y de la división de los anillos de dicho planeta, que lleva su nombre.
Japeto (Iapetus): Satélite de Saturno. Es el octavo más distante al planeta y el tercero en tamaño, con un diámetro de alrededor de 1.500 km. Fue descubierto por Giovanni Cassini en 1671.
T.M.A. 1: Tycho Magnetic Anomaly 1 (Anomalía Magnética de Tycho 1). Es como se llamó al monolito hallado en la Luna, ya que estaba rodeado de un fuerte campo magnético.


viernes, 18 de mayo de 2012

Intro VIII

  - Hay algo que no entiendo: Tú sales a dar un paseo en tu galaxia que está en el quinto pino y apareces aquí como quien no quiere la cosa en ¿un cuarto de hora? ¿Cómo es posible? Yo siempre he oído decir que la velocidad de la luz es una barrera infranqueable,  y que si te acercas a esa velocidad pasan cosas raras, y que si patatín y patatán...En fín que para viajar a otras estrellas hay que echarle paciencia. A otras galaxias, no digamos...
   A veces intentaba hacer hablar a X sobre los adelantos tecnológicos de su civilización. En parte por sana curiosidad, pero también por si me daba la fórmula para algún invento que me hiciera famoso. Ya que me había tocado aguantarlo, tenía derecho a sacar algún beneficio.
  - Como siempre, vuestros horizontes son mezquinos. Es verdad que la teoría de la relatividad predice que no se podrá superar la velocidad de la luz, pero siempre refiriéndose al espacio convencional y a las tres primeras dimensiones espaciales. Si...
  - Un momento, un momento, ¿cómo que las tres primeras dimensiones espaciales? ¿Es que hay más de tres?
  - Pues claro, hombre. Lo que pasa es que todavía no las habéis descubierto. Y, por lo que veo, dadas las lumbreras que tenéis aquí, vais a tardar todavía por lo menos cuarenta años.
  Me estaba dejando pasmado: me hablaba de cosas totalmente nuevas y además estaba haciendo predicciones sobre el futuro.
  - Como iba diciendo, si no os empeñarais en pensar en el espacio como en un todo que hay que recorrer, mejor os irían las cosas. Te pondré un ejemplo para que lo entiendas:
  Supongamos que quieres subir a la cima de una montaña. Puedes trepar por la ladera, tropezar en sus salientes, pararte a descansar de vez en cuando, ver las florecillas que crecen aquí y allá, resbalarte donde hay piedras y cantos, y después de varias horas, cansado y hambriento, llegar a la cima. Has subido a tu montaña como si la montaña fuera lo único que existe, porque tu perspectiva no te permite ver más allá de ella.
  Pero hay otra solución: Coge un helicóptero y que te deje en la cima. Llegas fresco, descansado y en unos minutos. (Naturalmente, no harías esto para escalar una montaña, pues lo haces por deporte. Pero en el espacio tienes que intentar llegar a los sitios en un tiempo razonable).
¿Ves la diferencia? El universo no es la montaña. Hay otros caminos. La objección es que necesitas los conocimientos, la perspectiva y los medios técnicos para poder "salirte" del espacio convencional para alcanzar tu objetivo. Ahora piensa que las estrellas y sus planetas son en realidad pozos gravitatorios, es decir, como montañas, pero al revés: en lugar de trepar, tienes que dejarte caer. Pero no es necesario que recorras toda la  ladera. Simplemente saltar de un punto a otro, sin tener que atravesar todos esos años luz.
  Pero, en fín, vosotros todavía estáis en la ...
  - ¡Chissst! No lo digas. ¡Ya vale!
CONTINUARÁ 




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miércoles, 16 de mayo de 2012

De fulgurar triste la ciudad (VI parte)

  El hijo de Rodamit, Jori, nació condenado. Aunque sano de nacimiento, le fue inducida la enfermedad artificialmente, con la esperanza de que su cuerpo genéticamente mejorado, pudiera vencer el mal que aquejaba al mundo. Pero ello no le ahorró  sufrimientos durante sus primeros veinte años de vida.
Ahora acababa de descubrir que se había curado. El objetivo había sido alcanzado, el despiadado plan del que había sido protagonista y a la vez víctima, había dado fruto. Él no sabía nada de todo esto, pero estaba a punto de descubrirlo.

  La ciudad permanecía incólume a las acometidas del tiempo y los elementos. Encastillada en su autosuficiencia, nutrida por el trabajo de sus esclavos, gobernada por ese timonel mecánico que apuraba hasta el último aliento de sus atribulados moradores, se creía eterna. Pero no ocuparía, en la historia declinante del torturado planeta, sino una mínima fracción de tiempo, pues, a la larga, sería vencida por la propia corrupción que minaba sus entrañas.

  Rodamit, para el que el calificativo de viejo ya era insuficiente, pues había dejado atrás la vejez hacía mucho tiempo, se encontraba en ese limbo artificial en el que ya no se espera la muerte, sino que se convive con ella. Aparte de un cuerpo que ya clamaba por retirarse, y una vida sin horizonte cuyo único fin era seguir consiguiendo las drogas necesarias para obtener un poco más de tiempo, su cerebro, embotado por las propias drogas y la podredumbre de unas neuronas anquilosadas, no era capaz ya de discernir entre lo real y lo imaginario, quedando sumido la mayor parte del tiempo en una especie de estupidez desorientada, que devoraba los cada vez más escasos destellos de racionalidad.
Como muchos otros políticos y tiranos de la historia, estaba siendo mantenido vivo artificiosamente, ante la duda -o el miedo- de que un cambio de líder provocara en las masas un deseo de reformas políticas.
La máquina le había procurado un mecanismo de soporte vital, trono en el que cómodamente asentado, resolvía todas sus necesidades vitales, además de facilitarle el desplazamiento. Ya no hubiera sido capaz de sobrevivir más de unos minutos fuera de este sitial autopropulsado, que, con sus tentáculos, le mantenía atado a la existencia.
CONTINUARÁ 






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martes, 8 de mayo de 2012

El instante dormido

   

La suave melodía que acompañaba aquellos idílicos momentos de antaño, en que la vida era fácil y placentera, se torna ahora ominosa sinfonía que fustiga el pensamiento. Poco a poco, el oído se acostumbra al avasallador estoque de la hiriente música, pero el cerebro, torturado y confuso, clama por un poco de silencio. Latiendo con más fuerza cada vez, sin embargo, el sonido aumenta hasta alcanzar límites dolorosos. Anuncio de la previsible derrota. El desenfrenado ritmo de la ocupación, al que ninguna de las víctimas alcanza a acompasarse, sea siquiera para huir, para ocultarse, para simplemente respirar, aún, un poco de aire fresco, precede al inapelable estallido. Destrucción, muerte, derroche de materia humana, cascarones vacíos que un momento antes albergaban ilusiones y esperanzas. Y ahora nada. Las máquinas del monstruoso ejército ocupador pisotean y arrollan sin compasión toda esa carne muerta que yace a sus pies, todos esos sentimientos impotentes, embarrancados en los lodos de la humillación. El dolor, la desesperación, la impotencia se entremezclan en la sórdida penumbra que lo va tragando todo.
  Ahora, destruido y quemado, arrasado ese universo de nuestras fantasías, ¿cómo recoger la materia dispersa que, latente, cubrirá el suelo durante eones de vegetante esperanza? Renace, pues, el héroe, creador de milagros, premio a la fecundidad, encomios varios; ahora que ya nadie puede recordarle su falacia, su vergüenza, ¿cobardía o traición? Su milagro, desescombrar un pueblo; su bandera, inmaculada, indiferente al río de sangre que fluye por su lado; su historia, ¿el honor?...
  Esto es lo que nos espera. Casi no queda tiempo ya para recordar aquellas cobrizas puestas de sol, en esa suave e idílica melodía, durante el inerte verano donde el tiempo deja de transcurrir, para detenernos arrobados a contemplar como saltan chispas de plata  en el azogado espejo de estáticos rumores. Ella se acercó y leyó unos versos para mí incomprensibles, con apremiante solicitud. Más tarde comprendí su significado. En el momento en que mi mente empezaba a concebir una explicación, los pescadillos de plata retomaron su saltona danza y el cañaveral se agitó un poco, quizá por la brisa, quizá por obra de algún ignorado visitante que acechara sin ser visto.
 Alguien más había allí, como descubrí más tarde, leyendo unos versos míos, con el ceño fruncido. Él no comprendía nada. Empecé a explicar la idea que se me acababa de ocurrir, y en ese momento presentí el sonido que se me acercaba por la espalda e, inusitadamente, todo el decorado: plata, cobre, versos, cañas, desaparece, se volatiliza en un instante. Con la conciencia de la rota armonía, me retiro.
  Porque los pasos de plomo, el sonido de plomo de los pasos y -otra vez- las militares trompetas resuenan, vienen a estrellarse cual rompiente tempestuoso en mis torturados oídos. La realidad, cobrando una tangibilidad avasalladora, teñida de súbito de una ineludible vigencia, me estremece, me impele al ojo tragador de la vorágine. Se ve todo rojo. Han llegado.
  Se produce la violenta ruptura. El quebrarse de algo sometido a terrible presión. Algo ha huido de nosotros, postrados ya por siempre e inútiles. El avecilla vuela desde ahora, aunque desorientada, libremente. Atraviesa un cielo gris jalonado de explosiones y huye en pos de otros parajes. Encuentra pronto, alejándose del campo de batalla, una apreciable luminosidad que quizá le guíe, quizá le traicione:
  "Cobrizos cañaverales que van alojando un sol en su regazo, arrullados por la suave, idílica melodía vespertina. Y saltonas chispas de plata quiebran la lisura perfecta del azogue. Y ella acercándose cada vez más, prometedoramente. El paisaje, por fin, se configura felizmente a nuestro alrededor. Llega el momento de entregarse y descansar, y olvidar los fantasmas que nos acosaron".
  Sin embargo, alguien más había allí, en quien yo no había reparado; con el ceño fruncido, presentí el sonido que me acechaba por la espalda. Con la conciencia de la rota armonía...

Ilustración: Juann. Realizada con Artweaver 0.5  


relacionados:
2. Alguien que hay al otro lado.
3. Heroica mediocridad

De fulgurar triste la ciudad (V parte)


 - Narg Rodamit –bramó la Máquina en la espaciosa sala. Has sido convocado a mi presencia porque ahora deberás restituir a la ciudad una parte de los dones que te han sido dados. La acumulación de esencia en tu cuerpo es ya la mayor concentración conocida que jamás haya existido. Has alcanzado el nivel crítico. Durante años te ha sido administrada para mantenerte vivo y sano por encima del más optimista cálculo de esperanza de vida. Pero además, tu cuerpo ha sido estudiado discretamente por mi red de servidores electrónicos. Y ha llegado el momento.
 Rodamit boqueaba confuso. Por primera vez en su vida el Gran Timador se sentía timado.
 - Entonces, ¡solo he sido el sujeto de un experimento!
 - En parte, sí. Pero tu premio ha sido grande. ¿Cuántos años tienes? ¿Ciento quince?, ¿Ciento dieciséis? Ahora deberás rendir los frutos del proyecto. Probablemente tu cuerpo tiene ahora la clave de la curación de esta sociedad podrida y enferma por los errores que los humanos cometisteis. En el futuro no habrá que depender de la producción de unos cuantos infelices, que además van escaseando con el paso de los años.
 - ¿Qué vais a hacer, tú y tus malditos servidores electrónicos? ¿Abrirme en canal?
 - No será necesario. Deberás engendrar un hijo.

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Rumores de otras tierras habitadas. Quizá ilusiones. Quizá el delirio de almas atormentadas que llegaron a la ciudad tras un periplo de amargura y desesperanza, recorriendo cientos de kilómetros entre la niebla y el horror, famélicos y enfermos. Quizá vieran a su paso los cadáveres marchitos de otrora populosas urbes. Quizá en su imaginación enfermiza forjaron el espejismo de hallarlas habitadas. Luego contaron a alguien sus desvaríos. De ahí nacería la leyenda. Pero hoy, la crónica oficial del mundo, la ciudad, la ciudad-mundo, constreñía todo horizonte al de la propia ciudad, polis mastodóntica que resumía en su entramado grasiento y herrumbroso a toda la civilización superviviente del holocausto, que compendiaba en sus calles y edificios todo lo que quedaba de lo que una vez fuera el orbe efervescente de vida y muerte.
Pero ya no puedo dejar de pensar en ello: ¿Y si existe otra ciudad?
CONTINUARÁ





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domingo, 6 de mayo de 2012

Comentarios. 2001, odisea espacial. III. La vida a bordo de la Discovery.

  Cuántas veces habré deseado, en mis fantasías, volar a bordo de la Discovery. Pilotar ese navío por los vastos mares interplanetarios. Sortear meteoritos y asteroides con pericia. Asomarme a la grandiosidad de las estriadas nubes de Júpiter. Admirar desde la ventana de la cabina de mando las lunas de Galileo, como nunca antes nadie las había visto. Saltar al espacio a lo largo de la nave para reparar la antena, sin descuidar mi espalda por si un malévolo computador decide prescindir de mi compañía. Y poco después de ese glorioso periplo, volver a casa, sin aventurarme en la puerta de las estrellas, que esa puerta solo se abre para entrar, pero no para salir.
 Bien, después de esta pequeña broma barnizada de fantasía, procedo a cumplir lo prometido en la anterior entrada " Comentarios. 2001..."
  Como ya dijimos, la nave Discovery es un prodigio de la ingeniería de la imaginación. Y algo totalmente novedoso para la época. Incluso difícil de comprender para buen número de aficionados a la SF que estaban acostumbrados a ver el típico cohete, cuyo interior se parecía al de un submarino o a los camarotes de los barcos de guerra.
  Sin entrar en estudios o proyecciones, es decir, basándonos únicamente en lo que se ve en la película, podemos describir los diferentes habitáculos de la Discovery de la siguiente manera:
  La primera secuencia sobre el interior de la nave es el "tiovivo" o carrusel, espacio circular por donde Poole va haciendo footing, se supone que como parte de su entrenamiento para no perder masa muscular, mal que afecta a los astronautas que pasan mucho tiempo en el espacio: no hay más que ver como "recuperan" a los cosmonautas que, procedentes de la  ISS, llegan a la Tierra en las pequeñas cápsulas Soyuz. Después de una prolongada estancia en aquella, que puede llegar a ser de semanas o meses, prácticamente tienen que cogerlos en brazos al salir por la escotilla y depositarlos en unas tumbonas preparadas al efecto, donde permanecen un buen rato para ir aclimatándose, de nuevo, a la gravedad terrestre.
    Precisamente en relación a este tema de la gravedad es donde la Discovery aporta una gran novedad con respecto a las naves y estaciones espaciales que hasta el momento se han hecho realidad. Se piensa que en el futuro habrá que proveer a las naves espaciales de gravedad artificial. En realidad, es lo contario: la fuerza centrífuga. La gravedad es la fuerza con que la Tierra -o cualquier otro astro con suficiente masa- nos atrae hacia su centro. Es lo que podríamos llamar "caer hacia dentro". Sin embargo en una nave espacial, podemos conseguir una ilusión de gravedad dotando a la misma, o a una parte de ella, de un movimiento giratorio que provocaría una fuerza centrífuga, es decir "caer hacia fuera". Después no hay más que diseñar el habitáculo de manera que el suelo sea la pared más alejada del centro. Esto es lo que ocurre en el "tiovivo" de la Discovery. Imaginemos que introducimos una rodaja giratoria en la esfera del módulo de comando, insertada en sentido vertical, y que dentro ponemos al bueno de Frank Poole corriendo por la pared, y ya tenemos la idea. Evidentemente, en la realidad, el pobre Gary Lockwood más bien habría parecido un hámster corriendo por su tambor, puesto que en los estudios Pinewood de Londres la gravedad es exactamente la misma que en el resto del planeta Tierra.

El carrusel, por tanto, es el habitáculo principal de la nave, donde los astronautas pasan la mayor parte del tiempo. Así que está dotado de todas las comodidades para su ocio y descanso y de todos los instrumentos para realizar su trabajo:
Solarium: En una de las escenas, Frank Poole aparece en una especie de tumbona regulable, donde al parecer toma baños de sol, ya que va provisto de una gafas protectoras. Además desde allí ve la "tele" y escucha los mensajes de sus familiares.
Cocina Ultramoderna: Siempre me he preguntado a qué sabría la comida de la cocina automática: esa especie de puré de colores que los astronautas comían con avidez (incluso rebañando la bandeja).
Literas modelo sarcófago. Nos llegamos a familiarizar, en la escena en que Dave Bowman realiza bocetos que luego muestra al ojo electrónico de HAL, con los sarcófagos de hibernación donde se encuentran los doctores Kimball, Kaminski y Hunter, esperando, en animación suspendida, a ser requeridos para cumplir su misión. Es uno de los detalles que siempre me han resultado más impactantes y logrados. Pero, además hay una escena en que se ve a Poole durmiendo en su litera, la cual es practicamente igual, exteriormente, a los sarcófagos. En fin, por un momento parece que el tiovivo está lleno de ataúdes.

 El resto está ocupado por consolas de trabajo donde se monitoriza todo el funcionamiento de la nave, se efectúan las comunicaciones con el control de misión y toda esa rutina de los viajes espaciales. En realidad, una vez que nos damos cuenta de que HAL controla todas y cada una de las funciones de la nave, vemos que la tripulación en realidad no tiene nada que hacer -mientras no se presente una emergencia-, salvo pasar el tiempo hasta llegar a su destino. Y al ordenador aún le queda capacidad para jugar al ajedrez con los humanos, y ganarles.
Otro espacio importante es el puente de mando, o cabina de pilotaje. Es lo más parecido a una cabina de nave espacial que hayamos visto en otras películas. Pero en este caso, decorada de manera soberbia, con asientos anatómicos, una ergonomía muy cuidada, con distintos planos de posición - recordemos que este habitáculo es ingrávido-, teniendo las ventanas de observación casi encima del piloto en lugar de delante, ya que el asiento se encuentra en una posición oblícua para tener también una buena  visión de las pantallas con los datos que suministra HAL.


Por último, la llamada cala de las cápsulas o garaje de las cápsulas, es básicamente eso, un aparcamiento con capacidad para tres cápsulas de EVA. Como detalle interesante, siempre hay colgado algún traje espacial en el perchero al efecto, y todo el suelo está alfombrado con VELCRO para mantener los pies pegados al suelo, ya que este habitáculo también es ingrávido. Cuando uno de los astronautas tiene que salir al espacio, pide a HAL que haga girar la cápsula y que abra la escotilla. Se introduce en ella y posteriormente, una vez abierta la compuerta, la cápsula sale al exterior. En otra entrada, donde comentaremos algunas incongruencias de la película, volveremos a este garaje. 


Otras dependencias de la nave son: el Centro Lógico de HAL, sede del cerebro y la conciencia de la computadora, donde Bowman entra para proceder a la desconexión de la misma, una vez constata que ha enloquecido; los pasillos de acceso a la cala de las cápsulas y el túnel por el que se accede al tiovivo desde la cabina de mando, en cuyo final se encuentra el eje giratorio, al que hay que subirse como a una escalera mecánica, puesto que nunca se detiene.

GLOSARIO:
Computador o computadora. (Basado en el inglés Computer). Es como se llamaba antiguamente -en español- a los ordenadores, sobre todo en las películas -porque en la realidad era difícil toparse con alguno-, antes de que se adoptara el término de origen francés. Al referirme a HAL siempre pienso en él como Computador y no como Ordenador.
HAL: Nombre del Cerebro Electrónico (este término es otra joya de la época) de la nave Discovery. Viene a ser una especie de acrónimo de Heurísticamente ALgorítmico. (Bueno, eso es lo que dice Don Arthur C. Clarke, él sabrá...). Otra gente dice que es como IBM, pero usando las letras que, en el abecedario, preceden a estas.
EVA: Son las siglas inglesas de Extra Vehicular Activity
ISS: International Space Station, o sea la Estación Espacial Internacional.
Soyuz: En ruso, Unión. Son pequeñas naves espaciales rusas con capacidad para dos o tres ocupantes, cuyo diseño data de los años 60, y aún hoy siguen en servicio. De hecho, actualmente tienen la exclusiva del enlace con la ISS, después de haber quedado fuera de servicio el transbordador americano.Originalmente fueron concebidas para experimentar los acoplamientos de naves, de ahí su nombre.





martes, 1 de mayo de 2012

Relatos de las colonias. Nimbus (VIII parte)

  - Veo que lo tenías todo bastante bien planeado -dijo Quesnay, empezando a entusiasmarse con lo que se iba convirtiendo en un reto matemático, algo para lo que su mente estaba perfectamente adiestrada-. Pero aún subsiste la cuestión de trasladar a la gente hasta las naves en órbita. Aquí nunca nos hemos preocupado, por innecesario y costoso, de poseer una industria aeroespacial que nos permitiera disponer de transbordadores, ni siquiera de anticuados lanzadores desechables.
  - Sí, ese es quizá el principal problema. Pero, con tiempo suficiente, podría hacerse algo. No sabemos de cuanto tiempo disponemos, pero, si empezáramos ahora mismo, dentro de seis meses podríamos tener una lanzadera. Pediríamos a la Tierra las especificaciones para construir el Fénix, que es el tipo de vehículo que mejor se adapta a nuestras necesidades, pues tiene capacidad para transportar a doscientas personas en cada viaje. Tú podrías estar al frente de la operación...Esta nave podría hacer dos viajes cada semana. Los primeros en ser lanzados, técnicos e ingenieros, se dedicarían a acondicionar las naves. Aquí abajo, mientras tanto, prepararíamos los materiales y componentes necesarios para las reparaciones, que otras naves más sencillas -quizá cohetes por etapas- transportarían, junto con cargas de combustible. En el plazo de un año, a partir de ahora, la operación podría estar completada, e iniciaríamos el viaje.
  Tras el entusiasmo con que Krause exponía su proyecto, se entreveía la contrariedad que le atormentaba. con gesto amargo, Quesnay expresó en voz alta lo que los dos hombres sabían:
  - En cualquier caso, no podremos irnos todos...
  Ambos callaron y quedaron pensativos. Así era, en efecto. Pero el Plan Krause, como en el futuro sería conocida la operación, parecía ser la única opción posible.

VI 

 Pero en su vagar por la galaxia llegaron a un rincón del cosmos donde, por primera vez, encontraron una fuerza hostil. Algo mucho más viejo que ellos y que se movía en su mismo plano. Comprobaron con una mezcla de sorpresa y horror que no constituían la avanzada del universo como hasta entonces habían creído. 
  Habían encontrado antes otras muchas inteligencias. Pero, estas, aún en fases muy jóvenes de su desarrollo, ni siquiera tenían la capacidad necesaria para percibirlos y comprenderlos. Ellos, conmovidos, las observaban arrastrarse por sus estrechos planos de realidad, sin intervenir en sus pueriles afanes. Millones de siglos de evolución los separaban y ellos, sin ser advertidos, seguían su camino, sin interferir en sus vidas y con la esperanza de futuros encuentros más enriquecedores. Por ello les causó sorpresa encontrarse con aquel ser, aquella conciencia, casi al final de su viaje. Y horror, porque comprendieron su hostilidad. Y horror, también, ante la sospecha de que aquel fuera el resultado final del camino evolutivo que ellos mismos recorrían. ¿Podría ser esa maldad el fin último de toda existencia?
  La lucha fue sobrecogedora. Ellos no querían sucumbir al afán antiguo de la guerra, olvidado en su camino mucho tiempo atrás. Pero se vieron cercados. Su energía era absorbida sin cesar, colmando las fauces del monstruo. Sus poderes eran fagocitados  sin que nada pudieran hacer. Sus conocimientos se mostraron insuficientes para defenderse de esta agresión. Sin capacidad para comprender lo que se les enfrentaba, eran aniquilados y reducidos a la nada. No había crueldad en tal ataque. Era la inevitabilidad de la destrucción entre dos fuerzas opuestas.
  Pero, al fin, el monstruoso ente, que había sido despertado de su sueño de eones por la proximidad de los visitantes, colapsado, aunque ileso, tras la lucha, volvió a dormitar, volvió a encerrarse en su cenáculo de fuerzas latentes y, despreciando los restos del ejército enemigo, les permitió la huida. Agotados, escasos en número, perdida la mayoría de sus fuerzas, se dejaron arrastrar por la corriente del universo hasta encallar en los limos de algún mundo perdido.
CONTINUARÁ 






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Intro VII

  - Nunca me cuentas nada de tu planeta- le dije a X, durante un paseo sin rumbo, en una aburrida tarde otoñal.
  -Mi planeta es diez veces más grande que este. Por eso al vuestro lo llamo "planetilla". No es despectivo, como crees, es una mera constatación de su tamaño.
  Siempre tan redicho y pedante...Empecé a arrepentirme de haberle sonsacado, cuando soltó un dato asombroso:
  -En mi planeta vivimos aproximadamente diez mil personas, que disponemos de unos recursos casi ilimitados. No hay crisis económica, ni carestía ni nos falta de nada. Como consecuencia, tampoco hay guerras, enfrentamientos, nacionalidades ni envidias.
  - Pero,  ¿como es posible que haya tan poca gente?
  - El hecho de que vuestra raza sea tan fecunda y que tengáis esa obsesión por el sexo y la procreación no quiere decir que en el resto del universo sea igual. De hecho, en vuestro propio caso, puedes comprobar que a medida que mejora el nivel de vida, desciende la natalidad. Actualmente, vuestro problema de superpoblación se debe a los altos índices de natalidad en lo que llamáis  Tercer Mundo. Date cuenta, la procreación compulsiva no es más que un mecanismo de la Naturaleza para asegurarse la continuidad de la especie cuando esta se ve amenazada. Cuando el nivel de vida mejora, la gente tiene tiempo para el ocio, la cultura...y se perfecciona la sexualidad con medios que evitan la fecundación, en caso de no ser requerida. Ello trae como consecuencia que la concepción de un hijo sea un acto deliberado, meditado, deseado y planificado, que es como debe ser.
  Me quedé pasmado pensando que aquí somos seis mil millones en este planetilla -hasta yo empezaba a llamarlo así- y ellos tenían diez veces más espacio para una fracción pequeñísima de ese número. Debían tener un nivel de vida astronómico, nunca mejor dicho.
  - Así que, ya te digo, aún no habéis salido...
  - Ya, ...de la barbarie.

continuará


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