domingo, 22 de abril de 2012

Intro V


  A los pocos días me dijo que ya estaba harto de recorrer la ciudad y que quería visitar otras ciudades y otros países para tener un conocimiento más completo del planetilla:
  - Así que, acerquémonos a una cabina y demos un garbeo por ahí...
  - ¿Perdona...?, ¿una cabina? -le respondí extrañado.
  - Sí, hombre, una cabina teletransportadora. Como en todas partes...
  - Verás, no tengo ni idea de lo que es eso. Pero aquí las únicas cabinas que hay, son telefónicas. Y ya quedan pocas.
  -Pero entonces, cuando tenéis que hacer un viaje largo, ¿cómo os las arregláis?
  Le expliqué sucintamente que cuando uno quería viajar a otro país tenía que buscar un vuelo, comprar el billete con suficiente antelación, presentarse en el aeropuerto varias horas antes, facturar el equipaje, rezar para que no se lo perdieran, robaran y/o destrozaran, hacer cola ante el control policial, pasar el control policial, meter los frasquitos con líquidos en una bolsa transparente para su inspección, no llevar objetos metálicos, pasar por un arco detector y ser cacheado por la policía si el arco detector pitaba porque te habías olvidado sacar el bolígrafo del bolsillo, de paso quitarte el cinturón y los zapatos, recogerlo todo rápidamente y de cualquier manera una vez acabada la inspección policial, y después correr, correr, por pasillos y escaleras hasta llegar a la puerta de embarque, hacer cola de nuevo hasta poder subir al avión, realizar un vuelo de 1 o 2 horas hasta llegar hasta las proximidades del aeropuerto de destino y dar vueltas en el aire durante 30 o 40 minutos hasta que te dejen aterrizar. En fin, una vez que llegas al destino, ya solo tienes que correr, correr, por pasillos y escaleras hasta llegar a la recogida de equipaje, volver a rezar para encontrarlo como estaba, volver a correr, correr, por pasillos y escaleras hasta llegar al control policial, hacer cola otra vez, mostrar tu documentación y ya solo queda salir del aeropuerto, que normalmente está en ninguna parte y a un montón de kilómetros de la ciudad a la que quieres ir. Total, poca cosa.
  Cuando terminé de hablar, los ojos parecían salírsele de las órbitas, boqueaba convulsivamente y unos goterones de sudor le surcaban la cara.
   Sólo consiguió articular en un leve balbuceo:
  -Lo dicho...la barbarie.

CONTINUARÁ


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1 comentario:

  1. Pobre marcianito. ¿Pero cómo se te ocurre contarle así, a bocajarro, lo de los aeropuertos? Si hasta yo me he echado a sudar, y eso que ya me lo sabía.
    Es que lo podrías haber dejado en el sitio, y entonces, conflicto intergaláctico a la vista.

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