lunes, 30 de abril de 2012

De fulgurar triste la ciudad (IV parte).

  En el núcleo ignoto, recóndito y prohibido de la ciudad, hogar de la Máquina, se gestionaba la supervivencia de ese reducido tropel de gentes, habitantes de la ciudad, que representaban el futuro de la raza humana. La Máquina administraba sabiamente los escasos recursos disponibles y liberaba en el torrente sanguíneo de la ciudad las dosis justas de la esencia, escudados tras la cual, los débiles cuerpos de sus súbditos sorteaban los embates de la  radiación y otras miserias que aquejaban a este mundo enfermo, herido de muerte.

  Pero pobreza, enfermedad, plagas, inanición, envidias, ambiciones y abuso eran los elementos que componían el decorado perenne de ese teatro por el que, sumisos, deambulaban la carne y la sangre, la fuerza y la debilidad, el deseo y la cordura, los errores y las palabras de aliento, que sonaban vanas, que se difuminaban en el sucio aire antes de ser escuchadas.

  Espejo en mano, Narg Rodamit, revisaba las arrugas que profusamente surcaban su rostro más muerto que vivo. Se aferraba a la vida tras más de ciento treinta años de vagar por este mundo maldito. Nació en una época que ya nadie recordaba, ni siquiera él mismo, pues en su ajada memoria se iban desdibujando los detalles más remotos de su vida. Dominador de las artes del engaño y la política, de la estafa financiera y emocional, conductor de masas y líder de movimientos, siempre había navegado a favor del viento de los cambios políticos y siempre había sido respetado por la plebe ignorante que lo había encumbrado al vacante Olimpo de la Nueva Era.

  La noche ha pasado y sigo aquí. Siento extrañeza porque han desaparecido todo tipo de síntomas. Ya no soy productor de la esencia pero tampoco estoy debilitado ni me siento enfermo. Aunque parezca increíble, parece que estoy curado. La enfermedad, por tanto, ya no es el fin, sino el cambio, una mutación que te conduce a un nuevo estado, más resistente, mejor adaptado a las nuevas condiciones. Un hombre nuevo, una vida nueva. ¿Qué haré con ella?


continuará


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